7 enero | Jóvenes
«Estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, pero no se avergonzaban» (Gén. 2: 25).
La Biblia dice que Adán y Eva estaban desnudos antes de la caída y no conocían la vergüenza. No fuimos creados para experimentar ese sentimiento. Al contrario, Dios nos creó puros y sin culpa.
La cuestión de la identidad depende de cómo nos percibimos y manejamos nuestro cuerpo y sexualidad. La conciencia de la sexualidad es un aspecto crucial en la formación de nuestra identidad. Nuestra lucha consiste en aceptar nuestras características físicas, como la altura, el peso y la masa muscular.
Algunos se sienten atrapados en estereotipos impuestos por los medios de comunicación: sienten vergüenza de la forma de su nariz, el color de su cabello o el tamaño de sus pies, lo que lleva a necesidades compensatorias (ansiedad por la apariencia, por ejemplo). Algunas personas no pueden expresar sus emociones con palabras y, en su lugar, utilizan el cuerpo como campo de experiencias.
La Biblia dice que fuimos creados a imagen divina. La palabra griega para ‘imagen’ es eikon, de la cual también deriva la palabra «icono». Tú eres un reflejo, una especie de icono del Creador, moldeado a su imagen.
Si fueras el enemigo y quisieras atacar la imagen de Dios, ¿qué harías? El diablo no quiere que recuerdes tu origen. Él desea separarte de Dios, llevándote a construir una identidad diferente a la que el Padre te otorgó. El deseo del enemigo es apartarnos de la voluntad de Dios para generarnos vergüenza, culpa y condenación.
El enemigo solo tiene un plan: matar, robar y destruir. Está llevando a cabo este plan en este preciso momento. Busca destruir la imagen de Dios en la humanidad fragmentando gradualmente nuestra identidad. Promueve que adolescentes y adultos mutilen sus propios cuerpos, intenten el suicidio o se entreguen a la prostitución.
Para revertir esta situación, lo más importante es reconocer nuestra importancia en el proceso creativo de Dios. Agustín de Hipona dijo una vez: «No debemos avergonzarnos de hablar de lo que Dios no tuvo vergüenza de crear». Tú fuiste creado por Dios. Siempre recuerda eso y no permitas que nada ni nadie desprecie tu identidad.