10 enero | Jóvenes
«No admitirás falso rumor. No te pondrás de acuerdo con el malvado para ser testigo falso» (Éxo. 23: 1).
Al final del semestre académico de la carrera de medicina, dos amigos iban muy bien en sus exámenes y trabajos, acumulando una nota media de entre 9 y 10. Solo faltaba una evaluación final, pero la pareja estaba tan segura de sus calificaciones que decidieron pasar un fin de semana celebrándolo con sus amigos.
La fiesta fue grande y la resaca, aún mayor. Ambos se quedaron despiertos hasta tarde y llegaron tarde a la universidad el lunes, día del examen final. En lugar de intentar hacer la prueba, la pareja buscó al profesor con una historia inventada. Alegaron que su automóvil había pinchado un neumático y, para complicar las cosas, no contaban con la rueda de repuesto. Según su versión, la reparación les llevó mucho tiempo, motivo por el cual llegaron con retraso a la prueba.
El profesor consideró la historia de los dos y acordó darles una segunda oportunidad para hacer la prueba al día siguiente. Ambos estudiaron mucho esa noche y fueron al examen a la hora programada. El profesor los ubicó en aulas separadas y les entregó la prueba. Cuando comenzaron, se dieron cuenta de que la primera pregunta era fácil y valía cinco puntos. Animados, respondieron y dieron vuelta la página. En la segunda página solo había una pregunta: «¿Cuál de los cuatro neumáticos se pinchó?». La respuesta valía 95 puntos. Como era de esperar, ambos pusieron respuestas diferentes. Ese día, los estudiantes concluyeron que mentir no vale la pena.
Mentir significa inventar una realidad que no existe. Al igual que los niños que construyen castillos de arena en la orilla del mar, los mentirosos crean algo que no se basa en ningún otro hecho que no sea su propia creatividad. Tarde o temprano, las olas de la pura verdad derribarán los arenosos muros de la falsedad. Es por eso que «la mentira tiene patas cortas»: generalmente no llega muy lejos.
Analiza esta cita: «Llegará el día cuando todo será revelado en su propia luz ante ángeles y hombres. Así como el artista reproduce en el bronce las características del rostro humano, así se reproducen en los libros del cielo los caracteres [...]. En el juicio, cada uno será revelado tal como es» (Elena G. White, La verdad acerca de los ángeles, pág. 296).
Con base en esto, aquí tienes un consejo: en cualquier circunstancia, di solo la verdad. La mayor recompensa provendrá del cielo.