10 abril | Jóvenes

Amor absurdo

«Un hombre tenía dos hijos» (Lucas 15: 11). 

La parábola del hijo pródigo tiene algunos elementos invertidos. Tal vez el más evidente sea la solicitud del hijo menor de su herencia paterna. Al pedir su parte de la propiedad, estaba deseando la muerte de su padre, algo extremadamente ofensivo y sujeto a un castigo posiblemente inmediato. De hecho, pedir la herencia era como si el joven ya considerara muerto a su padre.

Igualmente sorprendente es la actitud del padre al satisfacer esta extraña solicitud y conceder la herencia a ambos hijos (Luc. 15: 12). El hecho de que el hijo mayor también recibiera su parte pero permaneciera en silencio indica su rechazo a asumir la responsabilidad de reconciliar a la familia. Además, su pasividad muestra que también había problemas en su relación con su padre.

Después de romper los lazos con su familia y su comunidad, el hijo menor se fue a un país lejano. Lejos de la vista de su padre, derrochó la herencia de manera irresponsable. Hambriento, sin dinero y sin amigos, el joven se encontró cuidando cerdos, algo inaceptable para un judío. La escena era la de un completo fracasado. Deseando la comida de los cerdos con tal de comer algo, finalmente recapacitó y decidió regresar a casa con un discurso de arrepentimiento.

A continuación, la Biblia destaca una secuencia de acciones «ilógicas» por parte del padre: «Pero cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y, lleno de compasión, corrió a abrazarlo y besarlo» (Luc. 15: 20). En una situación normal, la comunidad humillaría al hijo que regresaba, ya que había avergonzado a la familia. Sin embargo, el padre se adelantó y corrió a abrazar a su hijo. Un noble oriental con túnicas largas nunca correría hacia ningún lugar, ya que hacerlo se consideraba algo indigno. Sin embargo, el padre decidió correr por amor a su hijo que estaba «muerto». Su intención era facilitar una reconciliación pública.

En lugar de enfrentar la hostilidad esperada, el hijo encontró gracia. Los actos del padre superaron las palabras. Después de confesar su pecado, el joven recibió regalos de amor y reconciliación: ropa, un anillo, zapatos y un becerro engordado. El hecho de que fuera un becerro, no una oveja, indica que la fiesta era para toda la comunidad. Fue una restauración completa.Así es como Dios actúa con nosotros también. Él es capaz de invertir el sentido común con tal de recibir a sus hijos perdidos. Esa es la gracia absurda de un Dios que nunca se cansa de amar.