11 abril | Jóvenes

La mejor caída

«Volviendo en sí, dijo: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!”» (Luc. 15: 17). 

El hijo pródigo experimentó una secuencia de caídas. Cayó al pedir su herencia, cayó al abandonar la casa de su padre, cayó al ir a una tierra lejana, cayó al desperdiciar su dinero, cayó al buscar al señor de esa tierra lejana y cayó al aceptar cuidar cerdos.

Sin embargo, después de tocar fondo, ocurrió algo que nadie esperaba: cayó de nuevo. Pero esta vez su caída fue «hacia arriba». Se «dio cuenta de su situación», según la Biblia. En medio de los cerdos, con la ropa sucia y rasgada, el hijo harapiento recordó el confort del hogar paterno. Allí había comida, refugio, calor y lo más importante: el eterno amor del padre.

La Biblia afirma que es la bondad del Señor la que nos lleva al arrepentimiento (Rom. 2: 4). Cuando contemplamos la misericordia de Dios, caemos en la gracia de un Padre que nunca se cansa de amar. Al mismo tiempo, vemos la lamentable condición en la que nos encontramos y sentimos tristeza por haber herido el corazón del Padre. El apóstol Pablo describe esta realidad: «La tristeza según Dios no produce remordimiento, sino un arrepentimiento que lleva a la salvación» (2 Cor. 7: 10). ¡Qué tristeza bendita!

Después de darse cuenta de que lo había cambiado todo por nada, el hijo pródigo decidió regresar a su padre (ver Luc. 15: 18). Este es el resultado del verdadero arrepentimiento. La persona abandona su vida antigua. Deja atrás los cerdos. Reconoce que ha pecado contra Dios y contra el prójimo. Abandona la soledad impuesta por el pecado y regresa no solo a casa, sino a una maravillosa Persona.

Es hermoso imaginar que mientras el hambriento joven se tambaleaba en el camino de vuelta hacia su casa, en la granja de su padre había un ternero bien cuidado, listo para la fiesta de su regreso. Mientras el hijo carecía de dignidad en tierra extranjera, el padre ya había preparado un anillo, calzado y las mejores ropas para su regreso. Mientras el joven tenía dudas sobre el perdón, el padre lo esperaba ansioso al borde del camino.

Exactamente eso es lo que Dios hace por ti hoy. Él espera pacientemente tu regreso. Si todavía estás en una «tierra lejana», sirviendo a un «mal señor», pasando «hambre» y cuidando «cerdos», date cuenta y regresa pronto a casa. Solo allí encontrarás amor, libertad y verdadera felicidad.