13 abril | Jóvenes
«La luz verdadera que alumbra a todo hombre venía a este mundo» (Juan 1: 9).
Mi lista para la Navidad: familia, regalos, decoraciones, mesa llena, alegría y, por supuesto, el regalo para Jesús. No olvides ese último ítem, ¿de acuerdo? Sería una gran omisión dar regalos a todos, excepto al Cumpleañero. Y recuerda que él no necesita ropa, zapatos, muebles ni propiedades. A Jesús le gusta ganar corazones.
Entre las muchas cosas hermosas de la Navidad, hay otro detalle que tampoco puede faltar: ¡las luces! Si tuviéramos que eliminar todos los símbolos asociados con la Navidad y dejar solo uno, mi elección sería la luz. Pueden ser las luces intermitentes en el árbol de Navidad o las velas en la mesa de la cena. En Navidad, tiene que haber luz.
Una familia estadounidense se tomó esto en serio e incluso entró al Libro Guinness por tener la casa más iluminada del planeta en la época navideña. La residencia fue decorada con 601.736 luces, todas debidamente sincronizadas. ¡Algo sin duda hermoso de ver! Pero la factura de electricidad no debió de ser tan agradable...
El versículo de hoy dice que cuando Jesús nació, llegó «al mundo la verdadera luz». En el momento más oscuro de la historia, cuando la humanidad estaba perdida en sus divagaciones y desesperanzas, Cristo vino para disipar las tinieblas causadas por el pecado. En la medianoche de la existencia, en un establo en Belén, nació la Luz del mundo.
Según el teólogo Richard Davidson, posiblemente la concepción de Jesús haya ocurrido durante la Hanucá, el Festival de las Luces, en el mes de diciembre. Esto indica que el nacimiento del Salvador habría ocurrido entre los meses de septiembre y octubre, durante la Fiesta de los Tabernáculos, época en la que la gente vivía en cabañas y Jerusalén se iluminaba por completo. No es casualidad que el apóstol Juan conecte el nacimiento de Jesús con la idea de la luz y haga un paralelo con la Creación. El mismo Dios que dijo «hágase la luz» al principio, nació en Belén para iluminar nuestros corazones oscuros.
No importa la fecha y la situación en la que nos encontremos ahora. En esta Navidad, hazte un regalo a ti mismo: deja que la luz de Jesús entre en tu corazón. Si eso sucede, tu vida ganará un sentido real, y lo mejor de todo será que un día estarás en el cielo, al lado de Jesús, por toda la eternidad. Allí tendremos una «Navidad sin fin», ya que Cristo será nuestra eterna «lumbrera» (Apoc. 21: 23).