16 abril | Jóvenes
«Aquel día David, por primera vez, puso a Asaf y sus hermanos a cargo de la alabanza a Jehová» (1 Crón. 16: 7).
David era un hombre agradecido. ¿Cómo lo sé? Reconocía la mano de Dios actuando a su favor en cada etapa de su vida. Fue coronado rey y estableció como principal objetivo de su gobierno traer el arca del pacto de vuelta a Jerusalén. Y se regocijó mucho cuando logró cumplir ese sueño.
En cierta tarde, David estaba en su palacio y vio el tabernáculo al otro lado, en la colina frente a él, y pensó: «Vivo en un palacio mientras mi Dios está en una tienda. Construiré una casa para Dios» (1 Crón. 17: 1). Sin embargo, el Señor no le permitió construirla; lo que sí le permitió fue hacer todos los preparativos necesarios para la edificación del templo. Además, el rey organizó la liturgia del culto, compuso la mayor parte del himnario, creó algunos instrumentos, formó el coro y nombró al ministro de alabanzas.
La mayoría de los salmos de David comienzan con actitudes de alabanza, exaltación y gratitud a Dios. David tenía un corazón agradecido a Dios por todo lo que el Señor había hecho por él personalmente y también por su pueblo. ¿Qué podemos aprender de David sobre la gratitud?
Un corazón agradecido nunca olvida las obras de Dios. Un corazón así alaba y exalta el nombre del Señor y habla de lo que el Señor ya ha hecho. Sea cual sea la situación, siempre habrá motivos para agradecer a Dios. David no solo alababa y agradecía con los labios, sino que tenía un espíritu agradecido.
Si eres un joven que ama al Señor, canta con alegría y gratitud. Pero haz más que cantar, porque, en la iglesia, la música es más que arte. Es adoración. ¡Vive para dar gracias al Señor por sus maravillas! En varios salmos de gratitud, aprendemos que el amor de Dios perdura para siempre. Esto ya es motivo más que suficiente para tener un corazón agradecido.
Elena G. White aconseja: «Necesitamos alabar más a Dios [...]. Constantemente estamos recibiendo las misericordias de Dios y, sin embargo, ¡cuán poca gratitud expresamos! ¡Cuán poco le alabamos por lo que ha hecho en nuestro favor!» (El camino a Cristo, pág. 103). Haz de tu vida un salmo de exaltación a Dios. Permite que la gratitud por las grandes obras del Señor guíe tu existencia.