18 abril | Jóvenes
«Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis» (Juan 10: 37).
El tiempo en que las personas se enorgullecían de representar instituciones ha quedado atrás. Hoy en día, mucha gente prefiere perseguir sus intereses personales, ¿no es así? Lo peor es que adoptan esta actitud aun si eso significa levantar banderas contradictorias o convertir caprichos en ideales de vida. Jesús no se adaptaría a un mundo así. En el tiempo en que caminó sobre la tierra, eligió representar al cielo, no a Nazaret, la ciudad donde creció, ni a la pequeña villa de Belén, donde nació, ni al Imperio egipcio que lo acogió cuando era un bebé. Jesús no abogó por sí mismo, como Mathias se vio obligado a hacer en la década de 1960 en Brasil, durante los llamados «años de plomo».
En esa época, un coronel simpatizante del gobierno convirtió a Mathias en un enemigo personal y le disparó con la intención de matarlo. Esto ocurrió después de perseguirlo e insultarlo públicamente por sus convicciones políticas y por ser hijo de un judío con una mujer negra. Dos personas murieron en el tiroteo, incluido el coronel. Mathias escapó con vida, pero pronto sería acusado de homicidio por actuar en defensa propia. Los peritos escondieron el arma del coronel para distorsionar los hechos e inculpar a Mathias.
En el día del juicio, frente a un jurado popular y prescindiendo de un abogado, Mathias se defendió. Pocos esperaban que fuera absuelto, pero logró demostrar su inocencia. ¿Cómo? Algunos de los presentes en el tiroteo habían tomado fotos que ayudaron a esclarecer lo sucedido en la pequeña ciudad de Bagé, en la frontera entre Brasil y Uruguay.
En Judea, hace casi dos mil años, Alguien fue blanco de muchas acusaciones injustas, de las cuales nadie lo defendió. Él tampoco lo hizo, porque su única motivación era el sincero deseo de honrar al Cielo, al cual vino a representar y presentar a la humanidad culpable. En los tiempos en los que vivimos, aunque debamos defendernos, necesitamos, como Jesús, ir más allá y tomar una actitud diferente cuando seamos atacados y perseguidos. Debemos aferrarnos a Dios, quien es nuestro Juez y Libertador. Él nunca tendrá problemas para representarte ante un tribunal.
¿Y tú? ¿Tendrías alguna dificultad o temor si necesitaras representarlo frente a acusaciones injustas? ¿U optarías por protegerte a ti mismo para preservar tu propia seguridad? Es algo que merece reflexión.