19 abril | Jóvenes

No más separación

«Le dijo Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”» (Juan 11: 25). 

La muerte de familiares y amigos sigue siendo uno de los momentos más difíciles de la vida. La muerte trae consigo dolor, lágrimas, desesperación, sufrimiento y separación. Si ya has perdido a alguien querido o relativamente cercano, comprenderás muy bien esta situación. Si aún no has sentido este dolor, ese momento llegará algún día para ti. La muerte es una realidad de la cual ninguno de nosotros puede escapar. Hablar sobre este tema puede parecer extraño, pero es muy importante.

En el tiempo en el que cursaba el seminario teológico, yo reflexioné sobre esta realidad a partir del ejemplo de un profesor. Él y su familia no viajaban todos juntos en el mismo vuelo. Siempre la pareja se dividía, y cada uno viajaba con los hijos por separado. En el automóvil, el esposo y la esposa nunca iban juntos en los asientos delanteros, sino que se dividían para estar con los hijos. Cuando le pregunté la razón de ese hábito, me respondió: «A pesar de tener fe, nunca podemos olvidar que la muerte siempre es una posibilidad real»

No es que tuvieran miedo a la muerte. Al contrario, la enfrentaban con naturalidad, hasta el punto de hablar sobre ella en familia y trazar estrategias para enfrentar esta situación adversa cuando ocurriera con alguno de ellos. La pareja estaba preparada. En caso de que algún día hubiera una tragedia, su intención era que al menos uno de los cónyuges quedara vivo para cuidar de la familia. Los hijos también eran conscientes de que, en algún momento inesperado, surgiría la posibilidad de perder a los padres. Si eso sucedía, ya sabían que la vida no terminaría allí. Deberían seguir, cuidándose mutuamente, hasta que se reencontraran en la mañana de la resurrección.

Este curioso hábito de esa familia cambió mi forma de enfrentar la muerte. ¿Qué sería mejor? ¿Tratar la muerte como un tabú y ser sorprendido por ella, o enfrentarla con naturalidad y prepararse para ese trance? La segunda opción parece más razonable.

Nuestra seguridad no está en evitar la muerte, sino en confiar en Aquel que la venció y vive por los siglos de los siglos. Él promete vida eterna a todos los que creen en él, aunque duerman por poco tiempo en la sepultura. Por eso, si sufres algún bloqueo con este tema, recuerda que no necesitas temer. ¡Cree en Aquel que venció a la muerte!