24 abril | Jóvenes

La batalla de la adoración

«No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios» (2 Crón. 20: 15). 

¿Conoces la historia de la batalla ganada por los cantantes? Se narra en la Biblia, en 2 Crónicas 20. Informaron al rey de Judá que un ejército enorme atacaría a su pueblo. La reacción de Josafat nos enseña que las malas noticias se combaten con oración, ayuno y confianza en Dios.

Cuando el pueblo se reunió, el rey se levantó ante la congregación y ofreció una oración ferviente: «No sabemos qué hacer, pero nuestros ojos están puestos en ti» (vers. 12). Todos, grandes y pequeños, incluso los bebés, participaron en ese culto. Rasgaron sus corazones ante el Señor, y la respuesta de Dios llegó a través de un hombre llamado Jahaziel, quien aseguró que el Señor les daría la victoria sin que tuvieran que disparar una sola flecha. Entonces, los cantantes comenzaron a alabar al Señor. Como respuesta, el Señor entró personalmente en la batalla a favor de su pueblo. Los enemigos lucharon entre ellos, y el pueblo de Dios venció sin pelear.

¿Quieres saber cómo enfrentar una batalla imposible? Empieza con la adoración. Cuando la adoración comienza, la batalla termina. Cuando alabas en medio de las dificultades, el enemigo se confunde.

Te digo una cosa: cada vez que el pueblo de Dios ora y ayuna, el Eterno libera su poder sobrenatural a su favor. Y cuando el pueblo de Dios se reúne colectivamente con el mismo propósito de adoración, Dios convierte el ataque del enemigo en bendiciones para su pueblo. Todo lo que Josafat encontró en el campo de batalla fueron cadáveres. Las bendiciones fueron tantas que les llevó tres días recoger los despojos.

Después de esa gran victoria, Josafat y el pueblo regresaron a Jerusalén y fueron directamente al templo a adorar al Señor. Alabaron antes, durante y después de la batalla. ¡Fue una victoria extraordinaria! Si Dios puede hacer esto por una nación, imagina lo que puede hacer por ti. Él puede cambiar tu situación si «te humillas y oras». Dios puede ayudarte en tu batalla personal.

La adoración es un arma poderosa en el conflicto final. No debemos desear nada que no venga de las manos de Dios, y en cambio debemos desear todo lo que Dios tiene preparado para nosotros.