26 abril | Jóvenes
«Cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso emboscadas contra los hijos de Amón, de Moab y de los montes de Seir que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros» (2 Crón. 20: 22).
En el siglo IV antes de Cristo, el general y filósofo chino Sun Tzu escribió una obra sobre estrategia militar que hasta el día de hoy es considerada un clásico de la literatura. El libro El arte de la guerra es un auténtico manual para conflictos y ha sido utilizado a lo largo de los siglos por generales, políticos, ejecutivos y personas comunes que desean perfeccionar sus capacidades de liderazgo.
Este tratado sobre la guerra consta de trece capítulos y en cada uno de ellos se abordan diferentes aspectos de la estrategia bélica. Una de las frases famosas del libro es: «La suprema habilidad en la guerra es vencer al enemigo sin pelear». Este concepto me recuerda la asombrosa batalla descrita en 2 Crónicas 20.
En los días del rey Josafat, varias naciones se unieron para librar guerra contra el reino de Judá. Al enterarse de los ataques enemigos, Josafat sintió temor, pero no perdió la fe en el Señor de los ejércitos. Comenzó a orar y ayunar, librando una «batalla» personal con Dios. El ejemplo del líder inspiró a todo el pueblo. Como respuesta a este reavivamiento, el Espíritu Santo envió el siguiente mensaje: «No es vuestra la guerra, sino de Dios. [...]. No tendréis que pelear vosotros en esta ocasión» (vers. 15 y 17).
Lo más sorprendente de la historia es que Josafat empleó una estrategia de guerra completamente inusual, que ni siquiera Sun Tzu hubiera imaginado. En lugar de colocar a sus soldados fuertes en el frente, puso a un coro de hombres para abrir paso y cantar: «Dad gracias al Señor, porque su misericordia es eterna» (vers. 21). Al utilizar el arte en la guerra, Josafat permitió que Dios cumpliera la promesa de vencer en lugar de su pueblo. En ese día, el Señor preparó emboscadas para los enemigos que, al son del canto, fueron derrotados por sus propios ejércitos.
Ante las batallas de la vida, busca tener más confianza en Dios. Ora más. Alaba más. El creyente no alaba para ganar las guerras, sino para celebrar la victoria asegurada por el General. Con Dios, los salvos cantan la victoria antes de que termine la batalla. Así que recuerda hoy que tu lucha pertenece al Señor. Si estás con él, la victoria ya está garantizada. Solo necesitas alabar.