30 abril | Jóvenes
«Porque de él, por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén» (Rom. 11: 36).
Dios es dueño de todo. ¿Alguna vez has reflexionado sobre cuántas veces pronunciamos esta frase sin pensar en lo que realmente significa? La palabra «todo» es el pronombre más absoluto que existe. Todo es todo; así de simple. Parece un concepto fácil de asimilar en teoría, pero en la práctica es un gran desafío. Es fácil decir que Dios es el dueño. Sin embargo, lo difícil es permitir que él tome posesión de nosotros y gobierne nuestra vida.
Este fue el desafío enfrentado por Alexandre, un niño de nueve años que estaba aprendiendo a administrar la pequeña asignación mensual que recibía de sus padres. Debía separar los diezmos y ofrendas y usar el resto con responsabilidad. Su padre le explicó que Dios es el dueño y proveedor de todo, y que nosotros solo somos administradores de lo que pertenece al Señor.
Cuando Alexandre escuchó esto, le surgió una pregunta: «Papá, entonces, ¿quién me da mi paga: tú, o Dios?». El niño captó una verdad espiritual que muchos adultos aún no son capaces de discernir. Aunque el dinero que ganamos llegue a nosotros a través de las manos de otros seres humanos, la fuente de toda riqueza es Dios (ver Hag. 2: 8). Él es el legítimo dueño del dinero, del tiempo, de la naturaleza, del aire que respiramos y de todo lo demás que tenemos y somos. Él creó y sostiene el universo; es el sustentador de toda vida (Heb. 11: 3).
Lamentablemente, muchas personas piensan que lo que comen, beben y visten es el fruto del trabajo y poder humanos. Si piensas así, es bueno echar un vistazo a Lamentaciones 3: 22-23: «Que por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias; nuevas son cada mañana. ¡Grande es tu fidelidad!». Es la bondad de Dios la que nos mantiene vivos día a día. Por eso, no «digas en tu corazón: “Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza”; sino acuérdate de Jehová, tu Dios, porque él es quien te da el poder para adquirir las riquezas» (Deut. 8: 17-18).
Cuando el apóstol Pablo reflexionaba sobre esto, declaró: «¡Profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!» (Rom. 11: 33). Por consiguiente, sé humilde; sé agradecido. Que todo sea por él, para él, en nombre de él, y para la honra y gloria de él.