5 mayo | Jóvenes
«Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» (Rom. 14: 17).
Imagina que entras en una biblioteca pública y te encuentras con una extraña exposición de libros. Están distribuidos, en igual cantidad, los de cocina por un lado y los de religión por el otro. Las portadas tienen fotos coloridas y títulos muy interesantes. Mientras observas, muchas personas vienen, eligen los libros que prefieren y se los llevan a casa. En tu opinión, al final del día, ¿quedarán en la exposición más libros de cocina, o de religión?
En nuestro país, muchos tienen interés en la religión. Sin embargo, en la vida cotidiana, hay otras cosas a las que la gente suele prestar más atención. Por ejemplo, lo que van a hacer o comer durante el fin de semana puede preocuparles más que lo que harán o comerán durante los días de la eternidad. Es así. A veces, ser «normal» parece remitirse al aquí y ahora, mientras que ser «religioso» suena como algo «de otro mundo». ¿Has pensado en eso?
Cuando una persona practica la religión de la Biblia, vive el hoy sin perder de vista el mañana. Trabaja, estudia, se involucra en relaciones, se divierte, pero no sacrifica sus creencias y valores, no se vende por nada ni pierde el brillo en sus ojos. Vive la vida aquí, pero no deja de soñar con el porvenir.
En este sentido, tenemos doble ciudadanía; mantenemos los pies en la tierra y los ojos en el cielo. Aunque ser ciudadano de un solo país sea más fácil, ¡tener dos patrias es sensacional! Si actúas con perseverancia y sabiduría, podrás aprovechar lo mejor de cada lugar.
En Lucas 23, al hablar del reino de Dios, Jesús explicó que la patria terrenal consiste en las cosas cotidianas: la comida, la ropa, el confort, la vida social, la buena apariencia. La patria celestial, en cambio, está representada por la vida y el cuerpo, regalos que Dios desea que duren para siempre (ver Luc. 12: 23). ¿Interesante, verdad? El cuerpo y la vida son la base de todo lo que experimentamos; son, en esencia, todo lo que tenemos. Así pues, como ciudadano de dos mundos, ¡cuida bien de ellos! Seguir a Jesús mientras llega el cielo requiere ser «bilingüe», bicultural y saber manejar los dilemas de una vida compleja que aspira a la eternidad. Por eso, pídele al gran Maestro que te enseñe a disfrutar, al mismo tiempo, de la patria del hoy y de la ciudadanía del mañana. ¿Qué te parece la idea?