12 mayo | Jóvenes
«El plan de Jehová permanecerá para siempre; los pensamientos de su corazón, por todas las generaciones» (Sal. 33: 11).
En todo momento y lugar, personas se han inquietado con preguntas como: «¿Cuál es el propósito de la vida?», «¿Por qué estoy aquí?», «¿Esto es todo?». Estos interrogantes nos ayudan y brindan un sentido de dirección a nuestra existencia. Sin embargo, algunas respuestas no siempre abordan las cuestiones más profundas de la vida.
¿Qué sucede cuando crees que has alcanzado la cima a los ojos del mundo? En primer lugar, descubres que la cima es inalcanzable; y que, de ser alcanzable, no podría mantenerse; y si pudiera, en la mayoría de las veces, no valdría la pena mantenerla.
El famoso consejero cristiano James Dobson cuenta que, al llegar al campus universitario donde realizaría sus estudios superiores, se encontró con el trofeo de tenis de los campeones académicos. Decidió que grabaría su nombre en ese gran trofeo. Y de hecho, logró que su nombre fuera grabado dos veces en él.
Quince años después de comenzar su vida profesional, un amigo encontró detrás del edificio administrativo, en medio de un montón de escombros, el trofeo donde estaba escrito su nombre. Este amigo tomó el trofeo, lo llevó a casa, lo limpió y se lo envió. Sobre esta experiencia, el doctor Dobson reflexionó: «Si la vida es generosa contigo, recuerda que todos tus trofeos se tirarán a la basura algún día».
Los mayores triunfos pierden su brillo con el tiempo. Así es como funciona la vida. Tu éxito se borrará de las memorias. Esto no significa que no debas intentar alcanzar el éxito, pero debes aprender a preguntarte por qué es importante para ti: «¿Mis trofeos son para mí, o para Dios?».
En cierto modo, hay dos formas de descubrir tu propósito en la vida: la especulación y la revelación. La especulación es cuando pasas tu vida siguiendo un presentimiento. Es un intento de subir los peldaños de la escalera y descubrir, al final, que estaba apoyada en la pared equivocada. La otra forma de conocer tu propósito es la revelación. Y nadie mejor que Dios, nuestro Creador, para mostrarnos lo que él ha planeado para nuestra vida. Escucha lo que él tiene que decirte y tu vida se llenará de felicidad y propósito.