17 mayo | Jóvenes

Un solo pedido

«Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré: que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová y para buscarlo en su templo» (Sal. 27: 4). 

Supongamos que solo tienes derecho a un pedido. ¿Cuál sería? ¿Belleza? ¿Fama? ¿Riqueza? David no eligió nada de eso. De hecho, pidió algo bastante inusual: vivir en la casa del Señor. Digo inusual porque la mayoría de las personas hoy en día no pueden ni siquiera pasar unas horas en la iglesia. Para muchos, la presencia de Dios resulta incómoda. Sin embargo, para David era el mayor de los privilegios. Pero, ¿por qué? El versículo de hoy presenta dos razones.

David quería vivir en la casa del Señor, en primer lugar, para contemplar su belleza. En la época de este gran rey, la casa de Dios era el tabernáculo, una especie de tienda móvil construida en los días de Moisés (Éxo. 25: 8). Era una réplica del santuario celestial, el «verdadero tabernáculo» (Heb. 8: 2). Era un lugar de hermosura y refinamiento, a diferencia de la árida realidad del desierto. Todos los detalles estéticos se trabajaron minuciosamente y seguramente hoy causarían admiración incluso a los más destacados arquitectos y diseñadores de interiores.

Para el tabernáculo, se utilizaron aproximadamente una tonelada de oro y cuatro toneladas de plata. Además, se emplearon como materiales para el mobiliario madera de acacia, pieles de animales y finos tejidos de lino. Sin embargo, lo más espectacular no era lo que saltaba a la vista, sino lo que representaba cada parte del santuario: la bondad de Dios en su trato con los pecadores. Todo en el santuario apuntaba a la belleza del carácter de Dios y era con esto en mente por lo que David desearía permanecer para siempre allí dentro (Sal. 23: 6).

El segundo motivo por el cual David quería vivir en el tabernáculo divino era para meditar en el Señor. El término ‘meditar’ aquí significa disfrutar de tiempo de calidad reflexionando sobre Dios y sus verdades. A David le encantaba estar en la presencia del Eterno. El foco de su vida estaba en el Señor. Por eso la Biblia lo describe como un hombre según el corazón de Dios (1 Sam. 13: 14), porque su corazón latía junto al corazón del Padre.

¿Y tú? ¿Qué le has pedido al Señor? ¿Prefieres las bendiciones de Dios, o al Dios de las bendiciones? Que tu deseo sea el mismo que el de David: vivir para siempre en la casa del Señor.