14 enero | Jóvenes
«Los ojos de Lea eran sin brillo» (Gén. 29: 17).
Todo el mundo quiere ser valorado o, al menos, notado. ¿Conoces la historia de «tener un lugar al sol»? Pues bien, nadie quiere ser invisible o pasar la vida inadvertido. El problema surge cuando la persona no cumple con los estereotipos que la sociedad considera importantes, como la simpatía y la belleza. Esa era probablemente la dificultad de Lea.
La Biblia dice que ella tenía los ojos «sin brillo», a diferencia de su hermana menor, Raquel, que atraía miradas y suspiros de los jóvenes de la región. Mientras Lea llevaba la sombra de quedar en un segundo plano, Raquel acumulaba pretendientes. Seguramente su padre, Labán, se preocupaba por el futuro de la chica de ojos opacos.
Un día, Jacob apareció errante en la casa de su tío Labán y quedó «perdido de amor» por Raquel. Enamorado, hizo la propuesta de trabajar siete años para obtener la mano de su hermosa prima. Los años pasaron como una neblina y, finalmente, llegó el día de la boda. Jacob se casó con la mujer de su vida.
Sin embargo, al despertar, el sueño se convirtió en pesadilla. En lugar de haber dormido con Raquel, se había acostado con Lea, la mujer «invisible». La artimaña de Labán se convirtió en un drama para Jacob. Tendría que trabajar otros siete años para conseguir la mano de Raquel. A pesar de ello, Lea se esforzaba por llamar la atención de su esposo. Después de dar a luz a Rubén, que significa «ver», dijo: «Ahora, seguramente mi esposo me amará» (Gén. 29: 32).
Además de Rubén, Lea tuvo otros hijos: Simeón, que significa «oír», y Leví, que significa «estar unido a». Parece que Lea depositaba en los hijos la esperanza de ser valorada por su esposo. Sin embargo, eso no sucedió. Hasta que, finalmente, nació Judá. En lugar de buscar su afirmación personal en Jacob, Lea encontró la aprobación de Dios. Y dijo: «Esta vez alabaré al Señor» (Gén. 29: 35).
El nacimiento de Judá calmó las expectativas de Lea. Aprendió a confiar únicamente en Dios. Lo más hermoso de esta historia es que Jesús no provino de los hijos de Raquel, sino de la menospreciada Lea. La Biblia lo describe como descendiente de la tribu de Judá (Heb. 7: 14).
Esta historia enseña que Dios ve a los «invisibles». ¿Sientes que eres uno de ellos? No te desesperes. Dios tiene una forma especial de valorar a aquellos que depositan en él su confianza y amor.