20 mayo | Jóvenes

Bendición a bordo

«El ángel de Jehová acampa alrededor de los que lo temen y los defiende» (Sal. 34: 7). 

Transcurría el año 2021. Mi tío, el pastor Joel Carvalho, fue a predicar en un culto del programa Reencuentro en una iglesia de la región metropolitana de Vitória (Espírito Santo, Brasil). Aquel sábado, salió temprano con su esposa Isaura porque la iglesia quedaba lejos de su hogar. En medio del trayecto, se dieron cuenta de que la batería del teléfono que usaban como GPS se estaba agotando y no tenían forma de recargarla. Preocupado, Joel oró pidiendo llegar al menos a la entrada del barrio de la iglesia.

Después de algunos minutos, la batería se agotó. A partir de ese momento, tendrían que pedir indicaciones a las personas en la calle. La primera a la que vieron fue el empleado de un puesto de gasolina y le pidieron información. Dijo que el barrio estaba a unos siete kilómetros más adelante. Así que continuaron su camino.

Después de recorrer varios kilómetros, Joel e Isaura finalmente llegaron a la entrada del barrio. Estacionaron el auto y preguntaron a varias personas si conocían a la Iglesia Adventista más cercana, pero nadie conocía su ubicación. Al salir, vieron una parada de autobús. Allí había un señor que miraba detenidamente el auto. Se dijeron entre ellos: «¿Deberíamos preguntarle? ¡No deja de mirarnos!». Decidieron detenerse de inmediato.

Cuando bajaron la ventanilla del auto, el señor dijo: «Necesitan información, ¿verdad?». Joel respondió: «Sí, necesitamos saber cómo llegar a la Iglesia Adventista». El señor sonrió y dijo: «Tomen la primera calle a la derecha, luego la primera calle a la izquierda…». Antes de terminar de hablar, abrió la puerta y subió al auto. Asustado, Joel preguntó: «¿Cómo se llama usted?». Él respondió: «Mi nombre es Bendecido». Todos sonrieron. Después de unos minutos, llegaron a la iglesia.

Al bajar del auto, muchas personas los esperaban en la puerta, incluida mi prima, quien los abrazó y dijo: «¡Qué bueno que encontraron la iglesia!». Joel la miró y respondió: «Sí, pero gracias al señor Bendecido, que nos ayudó». Ella respondió: «¿Qué señor? No bajó nadie más del auto». Ese día, el ángel de Dios señaló el camino a mis tíos. El programa fue una bendición, y muchos regresaron a los caminos del Señor.

Nunca olvides que cuando ores, los ángeles del cielo estarán a tu disposición para ayudarte.