21 mayo | Jóvenes
«Guarda silencio ante Jehová y espera en él» (Sal. 37: 7).
En la vorágine de la vida, necesitamos cultivar una virtud esencial: la paciencia. Se la conoce como la «ciencia de la paz», es decir, la capacidad de esperar, de ser tolerante y de sobrellevar desafíos. La paciencia es una característica típica de la personalidad madura, de alguien que no se aparta de un propósito ni siquiera ante las mayores pruebas.
¿Eres una persona paciente? ¿Puedes soportar el tiempo, las dificultades y los «retrasos» de la vida? Lamentablemente, esta virtud se ha vuelto cada vez más escasa en nuestra sociedad. Con el avance de la tecnología y las comodidades, a nadie le gusta esperar ni un segundo. Si un sitio tarda en abrirse o un mensaje no llega instantáneamente, ya nos irritamos. ¿Guardar cola? Ni pensarlo. Queremos soluciones «aquí y ahora».
Mientras que en nuestra cultura queremos todo «para ayer», la Biblia nos invita a esperar en el Señor. Claro que las respuestas de Dios no siempre llegan cuando queremos o esperamos, pero podemos estar seguros de que, tarde o temprano, vendrán. En este tiempo en el que permanecemos en la «sala de espera» de Dios, él aprovecha para transformarnos y desarrollar en nosotros paciencia y perseverancia.
Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, encontramos historias de personas que aprendieron a esperar en Dios. Abraham, por ejemplo, no se convirtió en padre en un día, sino que tuvo que esperar veinticinco años para tener al hijo de la promesa. José no se convirtió en gobernador tan pronto llegó a Egipto, sino que pasó alrededor de trece años trabajando en la casa de Potifar y luego otros tantos en la prisión. Moisés no liberó al pueblo de Israel de la noche a la mañana, sino que enfrentó cuarenta años de espera en el desierto. De manera similar, David tuvo que esperar mucho tiempo para convertirse en rey de Israel.
Y tú, ¿cuánto tiempo has estado esperando las respuestas de Dios? ¿Has pedido algo al Señor, pero parece que tus oraciones no son escuchadas? Elena G. White escribió: «Cada oración sincera recibirá una contestación. Tal vez no llegue esta exactamente como deseáis, o cuando la esperéis; pero llegará de la manera y en la ocasión que mejor cuadren a vuestra necesidad» (Obreros evangélicos, pág. 271).
Si hoy esperas algo del Señor, ten paciencia. Dios no tarda. Dios se esmera. Vale la pena esperar en él.