24 mayo | Jóvenes
«¡Lávame más y más de mi maldad y límpiame de mi pecado!» (Sal. 51: 2).
¿Alguna vez te has preguntado por qué tenemos ideas geniales cuando estamos en la ducha? ¿Conoces esa ducha refrescante, tibia, que nos hace sonreír de la nada y cantar sin parar? En ese momento increíble, mientras el agua acaricia nuestro rostro, tenemos la sensación de ser la persona más creativa del mundo.
La ciencia explica por qué ocurre esto. Según el psicólogo estadounidense John Kounios, hay dos razones para este fenómeno. Primero: durante la ducha, nuestros sentidos disminuyen. La visión se limita por la caída del agua, la audición se reduce al ruido de la ducha y la sensación del tacto se ve disminuida por la temperatura del agua, que se asemeja a la del cuerpo. Así, en lugar de que los sentidos se enfoquen hacia el exterior, se vuelven hacia el interior. Con el «apagado» del córtex visual, nuestra mente se vuelve más creativa.
La segunda razón tiene que ver con el hecho de que la ducha es un momento relajante, en el que normalmente disfrutamos de un momento tranquilo y agradable. Kounios explica que el buen humor estimula la creatividad.
La Biblia habla de varios tipos de baños. Uno de ellos era para la higienización del cuerpo. Como no había duchas ni agua corriente para todos, la gente se sumergía en ríos, lagos o pozos. Solo las clases más pudientes transportaban agua para bañarse. El rey Herodes, por ejemplo, se hizo conocido por construir piscinas termales en su extraordinaria fortaleza de Masada, en pleno desierto de Judea, a cuatrocientos metros de altitud.
En los tiempos bíblicos, también había baños llamados «ritos de purificación». En varias ocasiones, Dios ordenó a los israelitas que se bañaran antes de ocasiones especiales, como en la entrega de la ley en el Sinaí y en el Día de la Expiación (ver Éxo. 19: 10; Lev. 16: 4). Más tarde, los judíos instituyeron la práctica de la inmersión en baños rituales llamados miqweh, cuyo propósito era eliminar las impurezas ceremoniales y promover la conversión al judaísmo. Un rito similar fue iniciado en el cristianismo por Juan el Bautista.
Y tú, ¿ya has sido bautizado en agua y en el Espíritu Santo? ¿Has recibido un baño de la gracia de Dios? Él quiere lavarte y purificarte. Seguramente, esta será la decisión más inteligente y creativa que tomes.