29 mayo | Jóvenes
«Los días de nuestra edad [...] pronto pasan y volamos» (Sal. 90: 10).
El mundo anda acelerado. Con el avance de la ciencia, las cosas se vuelven cada vez más rápidas, y la rutina parece devorarnos. Vivimos hiperconectados y, al mismo tiempo, desconectados del tiempo y del espacio. En la lucha entre el on y el off, seguimos el implacable tic-tac del reloj, fragmentados frente a las pantallas de la vida. La impresión es que observamos por el retrovisor la despedida de nuestra propia existencia que, como niebla, desaparece ante nuestros ojos.
Tomó cuatrocientos años que la imprenta despegara y cincuenta que el teléfono llegara a un público masivo. El móvil, a su vez, llegó a una audiencia mundial en tres años, el mismo tiempo necesario para que las redes sociales estallaran. Hoy en día, grandes cambios múltiples en el ámbito de la tecnología surgen en el mismo año y nos sorprenden por su impacto social. Quienes han usado cabinas telefónicas, telegramas y retroproyectores pueden confirmar que «la vida pasa rápido».
El versículo de hoy procede del Salmo 90, el más antiguo de la Biblia, escrito por Moisés alrededor del año 1450 a.C. Sin embargo, este salmo parece que hubiera sido escrito hoy mismo, por alguien que conoce nuestra realidad. Inspirado por Dios, Moisés contrasta la eternidad divina con la transitoriedad humana y nos invita a apoyar nuestra vida en la bondad y el amor de Dios. Él ora: «Enséñanos a contar nuestros días para que nuestro corazón alcance sabiduría» (Sal. 90: 12).
¿Cómo has vivido tus pocos días aquí? ¿Qué legado estás dejando para tu familia y la sociedad? Valora más a las personas y elimina el rencor de tu corazón. Concéntrate en las cosas buenas de la vida, no en los problemas y las dificultades. Deja de perder tiempo en lo que no enaltece ni construye. Lee buenos libros. Escribe textos constructivos. Y asegúrate de no perder tu juventud viendo series o mirando fotos en las redes sociales. La vida es más importante que eso, y las personas a tu alrededor te necesitan.
El reloj cambió el tiempo. El papel cambió la memoria. La brújula cambió el espacio. Internet cambió la realidad. Lo que no puede suceder es que todo eso cambie tu relación con el Señor de la vida. Aprende a «volar» felizmente por la existencia, y comprobarás que tu vida realmente valió la pena.