31 mayo | Jóvenes

Adicción permanente

«No pondré delante de mis ojos cosa injusta» (Sal. 101: 3). 

La adicción permanente es querer sin control. Es un hábito aparentemente inquebrantable que lleva a la persona a repetir la dosis «solo una vez más». Está comprobado que las adicciones conductuales (a la comida condimentada, la bebida, la pornografía, los juegos de azar, o los videojuegos) afectan al cerebro de la misma manera que cualquier otra sustancia estupefaciente. Si no puedes alejarte de alguna de estas cosas durante una semana, es porque estás esclavizado por ella.

La pornografía en Internet estimula de manera especial esta adicción, ya que las incitaciones están a un solo clic. Un estudio reciente reveló que nueve de cada diez niños en el rango de entre ocho y dieciséis años afirman haber visto pornografía en la web. Y la mayoría de ellos dice haber encontrado este material por casualidad, mientras investigaba para la escuela.

Ver material pornográfico puede causar un apetito insaciable por más pornografía. La fuerza de voluntad se erosiona. Los deseos del cuerpo subyugan la lógica del cerebro y corroen el poder de la voluntad. Es muy común que la persona busque un tipo de porno cada vez más duro para encontrar la misma satisfacción.

Si te encuentras atrapado en la trampa de este pecado habitual, reconoce el gran poder que tiene sobre ti. Sin embargo, si el deseo de tu corazón es ser puro, puedes estar seguro de que el diablo no podrá retener en las trampas de la pornografía a un hijo del Dios vivo. Si el deseo de tu corazón es mantenerse limpio, necesitarás confesar lo que ha manchado tu ser. Comienza confesándolo todo a Dios. Dile por qué necesitas su perdón. No hay pecado demasiado grave para su gracia. No hay pecado que Dios no perdonará y del cual no te liberará cuando lo confieses y lo abandones.

Haz todo lo que sea posible para alejar tu mente de esta basura destructora. Si deseas llevar una vida limpia en un mundo contaminado, debes utilizar el antídoto sobrenatural para la purificación de la mente: «No os conforméis a este mundo, sino transformaos por la renovación de vuestro entendimiento» (Rom. 12: 2). Si tu mente es renovada, serás transformado.

Haz tu oración hoy con espíritu de arrepentimiento: «Ten misericordia de mí, oh Dios. No merezco tu perdón y sé que nada puedo hacer para merecerlo, pero humildemente te pido que perdones mi pecado. Lávame de toda suciedad y culpa. Por favor, Padre, dame un nuevo corazón».