6 junio | Jóvenes
«Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán» (Sal. 126: 5).
Sembrar semillas en la tierra requiere fe y perseverancia. En cierto sentido, sembrar es como renunciar a lo concreto y visible, esperando lo invisible. ¿Cuántas personas sembraron y no cosecharon? ¿Cuántos vieron que las semillas arrojadas a la tierra fueron devoradas por las dificultades y la injusticia, o sepultadas bajo la indiferencia y la ignorancia de los demás?
Cuando esto sucede, se experimenta una sensación de derrota, de tiempo perdido y, tal vez, de arrepentimiento. No te equivoques. Quien atraviesa situaciones como estas no se convierte en un fracasado. Si persevera, aprenderá a superar circunstancias adversas y a vencer obstáculos.
En 1963, un hallazgo arqueológico en el desierto de Judea, al sur de Israel, reveló lo inesperado. Las excavaciones en la antigua fortaleza del rey Herodes, en Masada, cerca del mar Muerto, llevaron al descubrimiento de semillas ancestrales de la época de Cristo, que habían estado sepultadas durante siglos. Parecían muertas, y los arqueólogos no sabían si aún germinarían. Pocas semillas pueden sobrevivir tantísimos años. Tras permanecer guardadas en un centro de investigación durante algún tiempo, investigadoras israelíes decidieron probar su capacidad de germinación. A pesar de haber sido almacenadas durante más de dos mil años, algunas germinaron y se convirtieron en exuberantes palmeras datileras.
La siembra puede ser preocupante y exigir fe. Para el sembrador, el riesgo de perder todo lo invertido es real. Sin embargo, si no asume esos riesgos, la cosecha nunca será posible. Solo cosecha quien siembra, y nadie cosecha lo que no ha plantado.
Si deseas ser una persona mejor, invertir en tu futuro, desarrollar tu carácter, tener un mañana de seguridad y felicidad, comienza a sembrar ahora mismo cosas buenas en el suelo de tu vida. No te preocupes por el tiempo. Mira hacia delante y sigue un proyecto de mejora. No te acomodes a situaciones negativas. Siembra esperanza en la vida, confía en el poder de Dios y no renuncies a tus sueños. En el momento adecuado, esas semillas germinarán y darán frutos de bendición para ti.
No te preocupes si alguien piensa que tu siembra es una locura. No pierdas de vista tu objetivo. Simplemente lanza las semillas en el suelo de tu vida y cultiva lo que has plantado. Coloca tus sueños en las manos de Dios, confía en él y permite que él lleve a cabo los planes que tiene para ti.