12 junio | Jóvenes
«Para librarte del mal camino, de los hombres que hablan perversamente, de los que abandonan los caminos rectos para andar por sendas tenebrosas» (Prov. 2: 12-13).
Samuel conducía a alta velocidad. Se encontraba en una ciudad universitaria, lejos de su casa. Había ido a participar en una fiesta. Durante su conducción peligrosa, de repente, alguien gritó desde dentro del coche: «¡Pasamos el punto de cambio de sentido! ¡Era justo ahí donde debías entrar!». El GPS indicaba que el siguiente punto de cambio de sentido estaba a tres kilómetros de distancia. Samuel estaba acostumbrado a hacer las cosas a su manera. Al darse cuenta de que se había pasado del punto anterior, y alentado por los compañeros ebrios e intoxicados, decidió «tomar un atajo».
Actuaba habitualmente de manera arriesgada por el afán de encontrar soluciones rápidas. Lo hacía en el tráfico, en la universidad y en la vida en general. Siguiendo su tendencia, Samuel decidió cruzar el bordillo, pasando con el coche por encima de la mediana de la autovía para llegar al otro lado. Tenía prisa.
Sin embargo, el joven no sabía que ese tramo se consideraba peligroso y que ya habían ocurrido varios accidentes allí. En el lugar de su «cambio de sentido», había una cámara monitoreando el tráfico las veinticuatro horas del día. Además, un coche de patrulla siempre rondaba por allí. La aventura no terminó bien. Samuel recibió una multa. Para empeorar las cosas, el vehículo fue incautado porque sus documentos estaban vencidos. Y, por si esto fuera poco, Samuel conducía bajo la influencia del alcohol y drogas ese día. Un error tras otro.
Piensa en tu vida. ¿En qué circunstancias has tomado atajos o caminos más fáciles? En Proverbios 2: 12-13, el sabio Salomón nos cuenta que no es correcto apartarse del camino recto y aventurarse en lugares inseguros y oscuros. A veces, lo barato sale caro y lo corto puede volverse demasiado largo. Muchos caminos nos llevan más lejos de donde estamos dispuestos a ir.
No lo olvides, los atajos acortan el viaje, pero pueden ser tortuosos y llevarnos a destinos indeseados; pueden proponer llevarnos más rápidamente, pero quizá nos conduzcan hacia donde no queremos ir. En general, los atajos carecen de señales y reglas. En la vida espiritual, representan caminos oscuros y sin rumbo.
No vale la pena arriesgarse. ¡Camina por senderos rectos! Evalúa las elecciones que has hecho últimamente y verifica los caminos por los que has transitado. Sé sabio y no te dejes llevar por lo que parece más fácil.