13 junio | Jóvenes
«Apresarán al malvado sus propias iniquidades, retenido será con las cuerdas de su pecado» (Prov. 5: 22).
Hace unos años, el mago hindú Mandrake murió al intentar un truco audaz: soltar las cuerdas atadas a su propio cuerpo mientras estaba sumergido en el río Hooghly, en la India. Bajo la mirada aprensiva de decenas de personas, Mandrake desapareció en las aguas turbias del río y solo fue encontrado al día siguiente, sin vida y aún totalmente amarrado. Lamentablemente, el espectáculo se convirtió en tragedia.
Esta triste experiencia puede servir para ilustrar lo que sucede con aquellos que juegan con el pecado. Al principio, parece una aventura llena de emociones, sorpresas y recompensas, acompañada por una sensación de libertad. Sin embargo, el pecado es una ilusión, una magia traicionera. Siempre te cobrará más caro de lo que estás dispuesto a pagar y te llevará más lejos de donde quieres llegar. Detrás de las luces y los «conejos en el sombrero» del pecado, hay un ilusionista maquiavélico que destruye a sus espectadores. Primero te sonríe, para luego reírse de tu desgracia.
Cada vez que accedes a contenido inmoral, tienes relaciones sexuales fuera del matrimonio, ves películas de terror o participas en conversaciones profanas, estás atando cuerdas a tu propio cuerpo. ¡No te engañes! Colocarte en el terreno encantado del pecado es saltar a un río caudaloso con las manos atadas. La Biblia dice: «¡Ay de los que se aferran a la iniquidad con cuerdas de engaño, y al pecado con cuerdas de carreta!» (Isa. 5: 18).
¡Despierta! Tienes un Dios amoroso que quiere darte la verdadera alegría y libertad. Con él no hay truco ni magia. Su especialidad es liberar a los prisioneros del pecado y lanzarlos a las profundidades de su gracia. Y esto lo hace con las cuerdas del amor. Dios dice: «Yo los atraje a mí con cuerdas humanas, ¡con cuerdas de amor! Estaban sometidos al yugo de la esclavitud, pero yo les quité ese yugo y les di de comer» (Ose. 11: 4, RVC).
Tal vez hoy estés atado por las cuerdas del enemigo y creas que has llegado demasiado lejos. Me gustaría que supieras que hay un Dios capaz de desatar los nudos de tu vida. Él te ama. Murió atado a una cruz para liberarte de las ataduras del pecado. ¿Por qué no te entregas ahora a Jesús? Él sí tiene las cuerdas de la verdadera libertad.