18 junio | Jóvenes
«El que mira con misericordia será bendito, porque dio de su pan al indigente»
(Prov. 22: 9).
Fui criado en un entorno de grandes necesidades financieras. A pesar de ello, nunca tuvimos que mendigar el pan. Mi madre era una mujer muy enferma y pasó los últimos veinticinco años de su vida en una cama. A pesar de esa condición, crio y educó a tres hijos sola. Sé lo que es desear una prenda de vestir y no poder comprarla; o quedarse fuera de las celebraciones escolares por no tener dinero para participar. Sin embargo, nunca nos faltó lo necesario para vivir.
Mi vida es una historia de milagros y superación. Sin embargo, debido a todo lo que he pasado para llegar hasta aquí, a veces me siento tentado a tener un corazón insensible a las necesidades de las personas que enfrentan dificultades menores a las que yo enfrenté. Cuando esto me viene a la mente, trato de recordar que las personas y las oportunidades son diferentes. He pedido a Dios que me dé un corazón más sensible, solidario y generoso.
La generosidad es un tema fundamental en el cristianismo. En la parábola del rico y Lázaro (Luc. 16: 19-31), Jesús cuenta la historia de un rico que se pierde y de un pobre que se salva. El rico amaba el dinero, vivía en el lujo y pensaba que, por ser descendiente de Abraham, la eternidad estaba garantizada. Lázaro vivía en total pobreza. Tenía el cuerpo cubierto de llagas. El hambre era su constante compañera, y anhelaba las sobras de comida que caían de la mesa del rico. Mientras el hombre rico parecía tenerlo todo, Lázaro no tenía nada. Sin embargo, su nombre tiene un significado sugestivo: «Dios ayuda».
Dos historias de vida completamente diferentes que la muerte niveló. Jesús contó la parábola para enseñar que a nadie se le juzgará por sus posesiones, sino por su carácter. Él enfatizó que debemos usar lo que el Señor nos ha dado para bendecir a quienes necesiten nuestra ayuda. También enseñó que después de la muerte no habrá más oportunidad de salvación.
En esta historia, Jesús utilizó la tradición para mostrar la incoherencia de los fariseos que, con su orgullo, menospreciaban a los pobres. El orgullo y la falta de amor siempre van de la mano. Estoy intentando aprender la lección.