17 enero | Jóvenes
«¡Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho!» (Sal. 115: 3).
Uno de los temas más difíciles de entender en la Biblia es la voluntad de Dios. A menudo decimos: «Dios lo quiso así. Fue la voluntad de Dios». Pero no siempre sabemos lo que eso realmente significa. Tampoco sabemos todo sobre Dios. A través de la revelación en su Palabra, sabemos solo lo suficiente, pero ¡hay infinitamente más por descubrir! Después de todo, ¿cómo podrían los seres finitos entender al Infinito?
Según la Biblia, uno de los aspectos fundamentales de la voluntad de Dios es que es absoluta. Dios es soberano. Él gobierna el universo. Todo le pertenece. «Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan» (Sal. 24: 1, NVI). Al ser dueño de todo, Dios tiene la capacidad de hacer lo que desee y cuando lo desee.
La voluntad soberana de Dios puede intervenir en el universo, en nuestro mundo y en nuestra vida en cualquier momento. Excepto por la revelación profética, la voluntad de Dios no puede anticiparse: solo la comprendemos después de consumarse. Es lógico que, en la medida en que somos seres humanos libres, no todo lo que sucede se deba a la voluntad de Dios. Gran parte de lo que experimentamos y sufrimos proviene de nuestras propias decisiones, ya sean buenas o malas, o incluso de las decisiones de otras personas. Sin embargo, aun así, Dios actúa, realiza liberaciones, milagros, permite o no que ciertas cosas ocurran en nuestra vida. Con una sabiduría inalcanzable para nosotros, mortales, él actúa para guiar las cosas.
Dios nunca se ve sorprendido. Esta dimensión absoluta de la voluntad de Dios revela su control de la situación. Él es todopoderoso: no hay nada que no pueda hacer. Es omnisciente: no hay nada que no sepa. Es omnipresente: no hay lugar donde no esté. Y lo más importante, él es amor: no hay nadie a quien no pueda amar y salvar.
Por lo tanto, si algo malo sucede en tu vida y te cuestionas la voluntad de Dios, ¡decide confiar! Si hay algo fuera de tu alcance, deja que Dios sea Dios. Abre espacio para que el Señor te guíe, porque él sabe lo que es mejor para ti.
Nada puede limitar a Dios; pero, increíblemente, podemos rechazar su amor. Podemos negar su salvación. Sin embargo, esto no disminuye al Eterno. Frente a esto, abre ahora tu corazón a él. Permite que él te guíe y que se haga su voluntad en tu vida.