24 junio | Jóvenes
«¡Hemos llegado a ser un espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres!» (1 Cor. 4: 9).
La Isla de las Lágrimas es un memorial construido en la ciudad de Minsk (Bielorrusia), en honor a los soldados de la antigua Unión Soviética que murieron en la guerra de Afganistán en la década de 1980. En el centro de la ciudad, hay un pequeño templo adornado con estatuas que representan a madres y hermanas de los combatientes muertos. Impresiona la realista expresión de dolor y angustia en los rostros de los familiares mientras sostienen las pertenencias de sus hijos.
En las paredes de la capilla, se encuentra escrita una lista con los nombres de los soldados que murieron en combate. Cada uno de ellos está decorado con coronas, campanas y conmovedoras dedicatorias. En frente del templo, aún se puede ver la estatua de un ángel que llora por no haber podido salvar a más soldados en esa guerra inútil y sin sentido.
Este monumento en la Isla de las Lágrimas es una miniatura de lo que sucede en nuestro mundo marcado por el conflicto entre el bien y el mal. Aquí luchamos, caemos, lloramos y nos despedimos de aquellos a quienes amamos. Es una batalla que tiene implicaciones eternas.
El apóstol Pablo afirmó que nos encontramos en el palco de esta guerra y que, además, somos observados no solo por seres humanos, sino también por los mismísimos ángeles. La palabra griega para «espectáculo» es theatron, de la cual deriva el término ‘teatro’, que se refiere tanto al lugar de presentación como al objeto exhibido. En otras palabras, Pablo afirmó que participamos en el teatro de la vida real, presentándonos ante todos los seres del universo. En esta obra, no hay guion ni script, cada uno es libre de escribir el argumento de su propia historia.
¿Cómo te hace sentirte el saber que seres invisibles te están observando en este momento? El hecho de que los ángeles de Dios conozcan tus lágrimas, tentaciones y alegrías, ¿te brinda consuelo? La Biblia dice que son «espíritus ministradores enviados para servir a aquellos que heredarán la salvación» (Heb. 1: 14). Ellos nos acompañan, nos protegen y registran todo lo que hacemos (Sal. 34: 7; 91: 11; Mal. 3: 16).
En este mundo marcado por lágrimas, Dios está haciendo todo lo posible para salvarte. Él ha provisto los medios para que esta «obra» tenga un final feliz: el personaje principal de esta historia, Jesucristo, un día enjugará de nuestros ojos toda lágrima (Apoc. 21: 4).