25 junio | Jóvenes
«Pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando» (1 Cor. 7: 9).
Dios creó el sexo con tres propósitos: la inauguración del matrimonio, la procreación y el placer. La primera relación sexual marca el comienzo del matrimonio, y Dios es testigo de ese momento. Hay una bendición especial para aquellos que esperan la aprobación divina para su unión.
El período de noviazgo puede ser tentador para la pareja en el aspecto sexual. Durante este tiempo, se hacen planes para la ceremonia, hay intimidad y los principios son probados constantemente.
Es fundamental que los novios establezcan de antemano los límites de su relación. Cada uno será responsable de mantener bajo control la «temperatura». Un joven me preguntó una vez qué consejo sobre sexo le daría a una pareja de novios, y le respondí con un proverbio chino: «No calientes el agua si no te vas a bañar». En otras palabras, el noviazgo no es el momento para experimentar con la intimidad sexual. Por lo tanto, no permitas que las caricias preparen el cuerpo para algo que no se podrá hacer.
En el noviazgo y el compromiso, las caricias sexuales son pecaminosas. En Proverbios 6: 27 leemos: «¿Pondrá el hombre fuego en su seno sin que ardan sus vestidos?». Cuando una chica permite que un chico se tome libertades físicas, lo primero que se compromete en la relación es el respeto. Y el respeto es uno de los elementos más importantes en una relación. Una vez que se inicia el proceso, es mucho más difícil detenerlo.
Si resistes hoy, será más fácil tener fuerza mañana. Siguiendo el camino correcto, llegará el día en que podrás disfrutar plenamente de ese placer que Dios creó para el matrimonio.