26 junio | Jóvenes
«¡Ay de los que a lo malo dicen bueno y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!» (Isa. 5: 20).
Hace algunos años, un ladrón encapuchado y armado con explosivos irrumpió en un banco en la ciudad de Estocolmo, capital de Suecia, tomando a cuatro rehenes durante seis días. Exigió millones de coronas suecas, un automóvil y libre acceso para salir del país. Además, pidió que uno de los criminales más notorios del país fuera liberado y se uniera a él. Después de largas negociaciones y valiente intervención policial, los dos criminales se rindieron y los rehenes fueron liberados.
Sin embargo, algo extraño ocurrió. Los rehenes se negaron a salir antes que los criminales, temiendo que estos fueran lastimados por la policía. Afirmaron que fueron tratados bien durante esos días e incluso jugaron todos juntos a las cartas. Después de abrazar a los secuestradores en la «despedida», uno de los rehenes empezó a defenderlos en el tribunal. Esta actitud de simpatía, amistad e incluso amor hacia los agresores fue denominada por el psicólogo sueco Nils Bejerot como «síndrome de Estocolmo».
Esta historia me hace pensar que, desde el punto de vista espiritual, muchas personas se encuentran en la misma situación. Vivimos en un planeta que está en manos de Satanás, un secuestrador perverso que todavía mantiene a miles de millones de prisioneros en el pecado. El problema es que muchos de estos rehenes no quieren salir de la prisión y, peor aún, mantienen lazos afectivos con el mal. Muchas personas hoy están enamoradas del terror, la violencia, el ocultismo, la inmoralidad y otros desechos ofrecidos por el arquitecto del mal. Sin darse cuenta, «juegan a las cartas» con su propio enemigo.
El filósofo francés Michel Onfray, conocido por difundir el hedonismo y el ateísmo, interpreta la sociedad actual de la siguiente manera: «Ya no hay valores. Todo parece bueno y bien, incluso lo malo; todo puede ser llamado hermoso, incluso lo feo; lo real parece menos verdadero que lo virtual; la ficción reemplaza a la realidad, la historia y la memoria ya no tienen éxito en un mundo devoto del instante presente, desconectado del futuro» (La fuerza de existir, pág. 33).
¿Has notado que nuestro mundo está patas arriba? No permitas que Satanás confunda tu mente. No juegues con el terror. No coquetees con el imperio de las sombras. Busca en Dios la sabiduría para discernir lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, la luz y las tinieblas.