2 julio | Jóvenes

El mejor camino

«Porque su Dios lo instruye y le enseña lo recto» (Isa. 28: 26). 

La película clásica El mago de Oz cuenta la historia de una niña llamada Dorothy, que es transportada por un remolino a una tierra encantada. Allí se encuentra con tres personajes que, de alguna manera, representan sus indecisiones: el Hombre de Hojalata, que necesita un corazón, el León Cobarde, que necesita coraje, y el Espantapájaros, que necesita un cerebro. Para mí, este último personaje es el más interesante, ya que a través de él se transmiten muchas lecciones importantes.

Cada vez que el Espantapájaros habla en la película, no habla de sí mismo. Dorothy lo alienta a dar su opinión. En un momento dado, ella le quita el sombrero y se sorprende: «¡Pero si solo hay basura aquí!». El Espantapájaros responde: «¡Hay muchas personas así!».

De hecho, hay muchas personas que almacenan «basura» en sus mentes. La mayoría de las personas no se dan cuenta de que convertir su cabeza en un depósito de lo que no vale la pena determina las elecciones de la vida.

La basura mental se acumula a través de lo que escuchamos, leemos y vemos. Estas pequeñas elecciones cotidianas afectan a las grandes decisiones de la vida. Una pequeña concesión aquí, otra allá... Todo parece tan insignificante, pero detrás de todo eso está el enemigo susurrando: «Adelante, no te pierdas este chiste sucio». «Vamos, entra en este sitio. Puedes arreglarlo todo después. No es algo tan grave».

Comprende: todo lo que escuchas, lees o ves te acerca o te aleja de Dios. El cerebro humano, con un poco más de un kilo de células neuronales, controla el sistema nervioso central, regula las funciones básicas del organismo y gobierna sus reacciones. Está programado para reaccionar. Por lo tanto, cada elección afecta a la siguiente. Todo el tiempo se nos llama a tomar decisiones que involucran a nuestra familia, nuestro trabajo, nuestras responsabilidades, el uso del tiempo y la vida espiritual.

La decisión de obedecer no es repentina, sino el resultado de un proceso constante de elegir lo que es correcto. Créelo: la repetición de un acto crea conexiones para la obediencia.

Si lo permites, el Señor imprimirá en tu mente un flujo constante de su voluntad. De esta manera, responderás con fidelidad a él y avanzarás felizmente por el camino correcto.