4 julio | Jóvenes
«¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis» (1 Cor. 9: 24).
Estaba preparando un sermón sobre perseverancia para dirigirme a los jóvenes. Y cuando pensaba que debía hablarles sobre la necesidad de tener músculos fuertes, me sentía avergonzado. Nunca en mi vida he hecho demasiadas flexiones, por ejemplo. «¿Cuántas flexiones puedo hacer?», me pregunté a mí mismo. Entonces, me tumbé en el suelo sobre las manos y levanté el cuerpo gimiendo. Bajé y levanté el cuerpo nuevamente. Bajé de nuevo y ... me rendí. No pude hacer ni tres flexiones. Pero esa semana me dije: «¡Lo lograré!». En menos de una semana, logré hacer diez flexiones. Y seguí intentándolo. Con el tiempo, los resultados comenzaron a aparecer.
Vivimos en una sociedad que no celebra la espera. Odiamos todo tipo de inconveniente. Si no hay una aplicación informática para afrontarlo, creamos una. Es muy triste que seamos tan inmediatistas. Necesitamos desarrollar músculos espirituales fuertes para perseverar. Algunos piensan que la vida cristiana es solo un pequeño paseo. ¡No lo es! ¡Estamos en una maratón!
Cliff Young es considerado el corredor más lento del mundo. En 1983, decidió participar en la ultramaratón australiana de 875 kilómetros. Solo atletas de élite participan en esta competición, considerada la carrera más larga del mundo.
Cliff tenía sesenta y un años. Los periodistas se rieron de él y dijeron: «Tienes el doble de la edad de cualquiera de los atletas». Y Cliff respondió: «Creo que puedo. Vengo de una granja de dos mil hectáreas con dos mil ovejas. No tenemos tractores. Y para recorrer la granja, paso tres días sin dormir ni comer. Creo que puedo».
Él no sabía que los maratonianos corrían durante dieciocho horas y dormían seis. Cuando comenzó la carrera, Cliff se quedó atrás. Sin embargo, no se detuvo en el punto de descanso. No durmió durante cinco días. Ganó la carrera con nueve horas de ventaja. Los periodistas preguntaron: «¿Qué hiciste?» él respondió: «Corrí. Simplemente no me detuve».
¡Eres parte de una generación de cristianos que no pueden abandonar la carrera! Por eso, levántate y continúa. La línea de la meta no está lejos.