5 julio | Jóvenes

No te des por vencido

«No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia» (Isa. 41: 10). 

La perseverancia de Derek Redmond conmovió al mundo. Derek fue un destacado corredor británico que sufría lesiones constantes. En 1988, tuvo que retirarse de los Juegos de Seúl dos minutos antes del inicio de las pruebas debido a una lesión en su tendón de Aquiles, lo que requirió cinco cirugías y mucho tiempo fuera de las pistas.

Cuatro meses antes de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, Derek volvió a entrenar. El día de la competición, se destacó al frente del grupo de corredores de los cuatrocientos metros. Cuando faltaban ciento cincuenta metros para la meta, ocurrió lo que todos temían.

El tendón derecho de Derek se rompió nuevamente, y cayó inmóvil al suelo con fuertes dolores. Vio a los demás competidores adelantándolo y cruzando la línea de meta sin poder hacer nada. Parecía el fin de este gran atleta, pero no lo fue.

Derek decidió arrastrarse hacia la línea de meta. La multitud estalló en vítores y lo animó en cada metro. Su padre, Jim Redmond, que lo miraba desde las gradas, no dudó e, incluso violando las reglas de seguridad, invadió la pista para ayudar a su hijo a alcanzar el objetivo. Ese día, Derek no ganó ningún trofeo, pero el coraje con el que luchó hasta el final grabó su nombre para siempre en la historia del deporte.

Esta experiencia ilustra muy bien lo que sucede en nuestra trayectoria espiritual. No se trata de llegar primero, sino de completar el recorrido. Lo importante no es adquirir la fama de campeón, sino cruzar la línea de la meta; es no rendirse, avanzar, paso a paso, hacia el objetivo, aunque el pecado nos cause dolor y sufrimiento en el camino. Lo importante es perseverar en nuestra carrera hacia el cielo, sabiendo que el Padre está cerca, listo para levantarnos si caemos y sosteniéndonos de la mano hasta el final.

El secreto de una vida victoriosa es no desanimarse ni retroceder. Dios se complace en los valientes y perseverantes. Recuerda que él camina a tu lado y desea ayudarte a enfrentar las dificultades y alcanzar tus objetivos, especialmente los espirituales. Por lo tanto, aunque las circunstancias sean adversas, sigue adelante. ¡No te rindas!