20 julio | Jóvenes

Espejo roto

«Sed imitadores míos, así como yo lo soy de Cristo» (1 Cor. 11: 1). 

La Biblia nos enseña lecciones de salvación tanto a través de buenos como de malos ejemplos. Los buenos nos inspiran a hacer lo mejor, a depender más de Dios y a anhelar el cielo. Los malos ejemplos, por otro lado, nos instan a reflexionar sobre nuestros actos, a evitar errores y situaciones no deseadas. Los casos de Caín, Acán, Amán, la mujer de Lot y muchos otros cuyas historias están registradas en la Biblia forman parte de ese grupo. Se trata de contraejemplos o ejemplos negativos. Pero ¿qué decir de aquellos a quienes la Biblia describe como «héroes de la fe»? Después de todo, ¿son dignos de imitación?

Ninguna mujer u hombre es un modelo a seguir al cien por cien, excepto Jesús. Incluso los mejores ejemplos son como espejos rotos en restauración, es decir, personas que nos muestran la maravillosa manera en que Dios actúa para infundirnos la esperanza de la transformación (ver Rom. 15: 4). Así pues, debes dejar de usar la actitud de las personas imperfectas a tu alrededor (o en la Biblia) como pretexto para pecar. Si piensas que beber vino está bien, por favor, no digas que crees en ello porque Noé se embriagó o porque Pablo aconsejó a Timoteo usar vino para tratar el estómago. Si deseas adoptar la poligamia, por favor, no uses los casos de Abraham, Jacob, David o Salomón como argumento para defender tu elección. Harías mejor meditando en las terribles consecuencias de sus acciones impulsivas.

El rumbo que toma tu vida es responsabilidad tuya. Pero cuando se trata de justificaciones, hay una gran diferencia entre hacer algo por gusto propio y justificarte debido a que Dios permitió esto o aquello a los «héroes de la fe». Sé honesto contigo mismo y, en lugar de buscar excusas, reconoce tus debilidades. No pienses que Dios te obligará a hacer todo lo que él desea. Tampoco pienses que su silencio es aprobación para tu conducta. Esfuérzate por entenderlo, amarlo y servirlo según sus términos, no los tuyos. Eso es crecer en la fe. Eso es ser como Jesús.

Cuando nos reflejamos en otros, corremos el riesgo de quedarnos raquíticos, en lugar de crecer en la fe. No caigas en esa tentación. Es un tiro en el pie. Aceptar a Cristo y permanecer en él es lo que te permitirá ser salvo. Es un regalo que tú y yo no merecemos. Sin embargo, crecer en Cristo, reflejándonos en él, es el desafío que el Señor presenta a aquellos que desean vivir la salvación y no solo recibirla y guardarla en el armario. Abandona las excusas y sigue el ejemplo de Cristo. No te aferres a lo que dejaste atrás. ¡Cristo va delante de ti y el ejemplo que él nos dejó es lo único que puede capacitarnos para vivir en el cielo!