21 julio | Jóvenes

Enamorados

«El amor nunca deja de ser» (1 Cor. 13: 8). 

El amor romántico en los tiempos modernos ha sido excesivamente exaltado en la literatura, las artes y los medios de comunicación en general. La secularización ha hecho de la pasión amorosa una obsesión, una meta de vida. Parece que aquel que nunca se ha enamorado no ha vivido en su totalidad.

En su libro La negación de la muerte, el autor Ernest Becker observa que en la actualidad, en lugar de buscar a Dios, las personas persiguen una «solución romántica». Él escribe: «La pareja amorosa se convierte en el ideal divino que llena la vida. Todas las necesidades espirituales y morales ahora se centran en un individuo [...]. En pocas palabras, el objeto del amor es divinizado».

Lamentablemente, la sociedad moderna ha colocado el amor romántico en el lugar de Dios. Se cultiva la fantasía de que si encontramos la pareja verdadera, todo lo que nos falta o está mal en nosotros se llenará con el romance. Sin embargo, esto es idolatría. El amor romántico no es todo lo que necesitamos. El romanticismo ciega, esclaviza y derroca a Dios de los corazones.

No estoy diciendo que no debas enamorarte de alguien. Mi énfasis aquí es que no debes invertir todo tu tiempo y recursos en un ser humano. Por bueno que sea, una persona no es la solución definitiva para nuestros problemas. Nadie en el mundo llenará todos los vacíos de tu alma, excepto tu Creador. Es por eso que la Biblia afirma que debemos amar a Dios por encima de todas las cosas (Mar. 12: 30).

El amor verdadero es un principio divino, sembrado en el corazón de aquellos que lo buscan. Descubrí esto cuando salía con Rosali, la que hoy es mi esposa. Como vivíamos lejos el uno del otro (yo estudiaba en el campus de la Universidad Adventista de São Paulo y ella vivía en Curitiba, ambos en Brasil pero separados por cientos de kilómetros), nos veíamos solo una vez al mes. Recuerdo que atravesamos los momentos más significativos de nuestra relación con la Biblia en nuestras manos, en los bancos del Jardín Botánico de Curitiba. Allí descubrimos que la verdadera pasión solo nace cuando Dios está en primer lugar.

Si Dios es la base de tu relación, el amor nunca terminará.