22 julio | Jóvenes

Renacidos gracias a la esperanza

«Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún y otros ya han muerto» (1 Cor. 15: 6). 

En el célebre capítulo 15 de su primera carta a los Corintios, Pablo alimenta la esperanza de la iglesia. Su tema es la resurrección de Jesús. Y, para que no queden dudas de que su afirmación de ella es veraz, el apóstol invita a algunos testigos a hablar. El primero que se presenta es Pedro (Cefas). «Jesús apareció vivo para ti, ¿verdad, Pedro?» (cf. vers. 4). Pedro asiente con la cabeza diciendo que sí. Luego, Pablo lleva al escenario a los otros apóstoles, y todos confirman que vieron al Señor cuando estaban reunidos en el aposento alto. Lo vieron, comieron con él, tocaron su cuerpo y lo adoraron (vers. 5).

De hecho, la resurrección parece un evento muy improbable. Es una locura decir que alguien volvió a la vida. No obstante, si doce personas afirman haber visto al muerto vivo, comenzamos a pensar que tal vez eso realmente sucedió. Pero, ¿y cuando quinientas personas dicen lo mismo?

Pablo abre el telón y señala a una multitud sentada en las gradas y dice: «Todas estos quinientos hermanos vieron al Señor vivo, después de muerto. ¿Es o no es verdad, gente?». Todos lo confirman con total certeza.

Probablemente hayas conocido a personas que creían firmemente que Jesús regresaría en sus días, pero que hoy descansan en la tumba. Si tienes una larga historia en la iglesia, es probable que hayas conocido a algún anciano que hablaba mucho del regreso de Jesús, pero que está descansando en el Señor.

A veces tendemos a olvidar que la vida es dura y que la muerte es segura. Sin embargo, mientras vemos el final de aquellos a quienes amamos, debemos aferrarnos a esta certeza: Jesús venció a la muerte. Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe, y aquellos que descansaron en esa certeza están perdidos (vers. 18). El apóstol confirma: «Si nuestra esperanza en Cristo se limita solo a esta vida, somos las personas más desdichadas de este mundo» (vers. 19).

No importa cuán oscura sea la noche, el sol romperá la oscuridad. ¡Creo en eso con todas las fuerzas de mi vida!
Que nuestra oración sea: «¡Oh Señor, danos una nueva esperanza hoy! Anímanos con el pensamiento de que Jesús venció a la muerte para siempre y de que, al final, también la venceremos nosotros!».