23 julio | Jóvenes

Corazón en la misión

«¿Y por qué nosotros nos exponemos a peligros a toda hora?» (1 Cor. 15: 30). 

Salir de nuestra zona de confort (o zona de comodidad) no siempre es fácil. De hecho, todo lo que perturba nuestra estabilidad genera trastornos, requiere esfuerzo y renuncia para hacerse realidad. No ocurre de manera diferente con la misión de proclamar el evangelio eterno. Sabemos que Dios nos ha llamado a ello y que es de extrema urgencia cumplirlo. Sin embargo, hablar de Cristo a todo el mundo sigue siendo un gran desafío. Quizás lo que nos falte sea un amor verdadero por esta causa, un corazón más apasionado por la obra.

A pesar de reconocer el gran desafío de la evangelización, el apóstol Pablo nunca renunció a cumplirla. Reflexionando sobre sus esfuerzos misioneros, menciona persecuciones, azotes, naufragios, privaciones y diversos peligros que enfrentó. Todo esto podría haberle desanimado, pero, como tenía el corazón en la misión, todos estos obstáculos fueron superados. Cada peligro enfrentado junto a Jesús se convierte en una gran aventura.

David Livingstone fue un gran misionero. Tenía el corazón en la misión. Su historia se hizo famosa por una expedición que realizó hacia el interior de África, hasta los afluentes del río Zambeze, en Zambia, en 1841. Livingstone recorrió a pie más de cuarenta mil kilómetros para llevar el mensaje de salvación a los nativos de la región. La misión les costó literalmente la vida a él y a su familia. Su esposa falleció de malaria en 1862, y él también murió de la misma enfermedad en 1873.

Según se relata, murió arrodillado. Los nativos que lo encontraron prepararon su cuerpo para que fuera enviado a Inglaterra, donde fue sepultado con honores en la abadía de Westminster (Londres), en 1874. Los nativos no permitieron que el corazón de Livingstone acompañara el cuerpo. Lo enterraron bajo un árbol, frente al cual, más tarde, establecieron el Memorial Livingstone. Sería injusto enterrar en Inglaterra el corazón de alguien que amó tanto a África y a la misión.

El mundo necesita hoy hombres y mujeres con el mismo sentido de misión que el que motivaba a David Livingstone. En todas partes, hay corazones hambrientos de esperanza y amor. Un despertar del celo misionero precederá al regreso de Jesús. Pon el corazón en la misión, y Dios te usará poderosamente.