1 agosto | Jóvenes

La siembra

«Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna» (Gál. 6: 8). 

Vamos a imaginar que tienes un terreno y deseas cultivar verduras en él. Tendrás que preparar la tierra, ararla y abonarla. Comprarás un paquete de semillas, las plantas y esperas. Siembras maíz y cosechas maíz. Siembras judías y cosechas judías. Sería absurdo pensar que podemos sembrar una cosa y cosechar otra. Incluso si siembras accidentalmente la semilla equivocada, el resultado será que cosecharás lo que sembraste. La relación entre la siembra y la cosecha es natural y justa. Lo que siembras es lo que cosechas. Dios proporciona las semillas, controla las estaciones y envía el sol y la lluvia. Dios garantiza la cosecha, pero cada uno de nosotros elige las semillas que desea sembrar.

Esta ley es tan segura en el campo de la agricultura como en el campo moral y espiritual. La imagen de la siembra está relacionada con nuestras decisiones y también con nuestros pensamientos. Las consecuencias morales de nuestras decisiones tienen que ver con lo que pensamos. Lo que accede a nuestra mente impacta en nuestro corazón y nuestra vida.

Si reiteradamente:

•    Siembras un pensamiento, cosechas una acción.

•    Siembras una acción, cosechas un hábito.

•    Siembras un hábito, cosechas un estilo de vida.

Esto siempre funciona. Así que ten cuidado con lo que pones frente a tus ojos. Si siembras un pensamiento, estarás alimentando tu imaginación. Si siembras pensamientos impuros, inevitablemente cosecharás el deseo de satisfacer estos pensamientos. Todo comienza con un pensamiento.

Algunas personas han desarrollado el hábito de sembrar pensamientos impuros, pero como nada sucede de inmediato, se sienten cómodas continuando con los mismos pensamientos. Creen que no habrá ninguna cosecha. Como resultado, siembran, siembran y siembran. Luego, los brotes comienzan a crecer y los frutos de sus pensamientos secretos se apoderan totalmente de su vida. Créeme, cada semilla que se planta en la mente finalmente germina y crece.

Sea lo que sea que siembres, cosecharás. «Sembrar para la carne» es una ilustración de cómo mucha gente lleva su vida. Están arrojando al suelo de sus corazones semillas de una cosecha maldita. El pecado siempre genera destrucción. Cuando priorizas la satisfacción de la carne, siempre cosecharás ruina al final. No se puede engañar a Dios. Esto no significa que Dios esté esperando en el cielo para vengarse de alguien. Es simplemente una advertencia para recordarnos que es imposible controlar las consecuencias de nuestras elecciones una vez aplicadas.