3 agosto | Jóvenes
«El rey habló con ellos, y no se hallaron entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, permanecieron al servicio del rey» (Dan. 1: 19).
La historia sucede en Babilonia. En el primer capítulo del libro de Daniel, encontramos la llegada de los jóvenes hebreos al palacio de Nabucodonosor. Fueron seleccionados para estudiar en la mejor universidad de la época. Entre los jóvenes estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Estos jóvenes hebreos son prueba de que las personas con principios pueden mantenerse íntegras durante la universidad.
Aunque estaban lejos de su tierra natal, de sus familias y enfrentando adversidades, estos jóvenes no perdieron su verdadera identidad. Los jóvenes que reciben una base espiritual en casa están preparados para permanecer fieles incluso lejos de su hogar.
Frente a una mesa atractiva, estos jóvenes decidieron no contaminarse con la comida y la bebida del rey. Tenían firmes convicciones y no se dejaban llevar por las circunstancias. Siempre es más fácil tomar decisiones correctas cuando conoces tus valores.
En un entorno impregnado de paganismo, lejos de las miradas amorosas de sus padres, estos jóvenes permanecieron fieles a Dios. Muchos quieren justificar la infidelidad apuntando hacia la presión del grupo, pero la historia de los jóvenes hebreos en Babilonia desarticula argumentos como este.
Ni siquiera la amenaza de muerte fue suficiente para debilitar su confianza en Dios. Cuando Nabucodonosor los condenó a muerte junto a otros sabios, se unieron en oración y suplicaron la misericordia de Dios. El Señor los escuchó.
De pie ante la gran imagen erigida en la llanura de Dura, nos enseñaron una vez más que los jóvenes con principios no se doblegan. La orden era que, al sonido de la música, todos debían arrodillarse. Ellos no obedecieron. Firme y claramente, le dijeron al rey Nabucodonosor que su decisión de adorar solo al Señor era innegociable: «Si el Dios al que servimos quiere, nos librará; pero, aunque no lo haga, no dejaremos de adorarlo» (ver Dan. 3: 16-18). Declararon su confianza en Dios. El Eterno es el Dios presente. Siempre a su lado.
La fidelidad de estos jóvenes fue un gran testimonio. Fueron arrojados al horno, pero Jesús los acompañó. El emperador del mundo en ese momento vio a Cristo gracias a la actitud que ellos mostraron. Recuerda, los principios son innegociables. Reflexiona en ello.