4 agosto | Jóvenes

El compromiso es innegociable

«Nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos […] y si no, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado» (Dan. 3: 17-18). 

A lo largo de los años, he visto a jóvenes enfrentando las pruebas con diferentes perspectivas. Me maravillo al encontrarme con personas que resisten la presión, los desafíos, las tentaciones y el pecado. ¿Qué será lo que le da fuerza a un joven en tiempos de prueba?

En la historia de los tres amigos de Daniel, encontramos la respuesta. De hecho, podemos identificar dos motivaciones para superar la prueba. En primer lugar, el concepto que tienes de Dios determinará tu nivel de compromiso con él. Estos jóvenes dijeron: «Nuestro Dios puede liberarnos, pero si no lo hace, está bien. No dudaremos de su carácter ni de su fidelidad». Quien conoce a Dios de verdad no es impulsivo. Sabe que estar del lado de Dios siempre es lo mejor, incluso si la prueba es dura en el presente. Personas así no sirven a Dios por lo que él da, sino por quién es él.

En otras palabras: ¿Quién es el Dios al que sirves y adoras? ¿Qué piensa él de tu compromiso? El tipo de Dios al que conoces y sirves marcará una gran diferencia. Estos jóvenes testificaron: «Conocemos a nuestro Dios, ¡y él es capaz! Nuestro Dios tiene el poder para liberarnos, pero no controlamos su agenda». Ese era su concepto de Dios.

¿Quién es Dios para ti? Tu respuesta a esta pregunta marcará toda la diferencia en tiempos de prueba.

Además de esto, los amigos de Daniel estaban dispuestos a hacer lo correcto sin importar las consecuencias. Un compromiso es innegociable. La integridad es más importante que la vida. Dios nos exige hacer lo correcto.

El apóstol Pablo dijo: «Si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor. Así que, ya sea que vivamos o que muramos, somos del Señor» (Rom. 14: 8). Dios está llamando a una generación a que se levante y a que tenga el coraje de no ceder, aun si tiene que pagar un alto precio. ¿Y tú? ¿Estarías dispuesto a comprometerte innegociablemente con Dios?