6 agosto | Jóvenes

Una cuestión de honor

«Honra a tu padre y a tu madre —que es el primer mandamiento con promesa—, para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra» (Efe. 6: 2-3). 

Una vez les pregunté a algunos colegas de trabajo qué principios habían recibido de sus padres y cuáles les gustaría transmitir a sus hijos. Noté que los dos más mencionados eran actuar con honestidad y decir siempre la verdad.

En general, los hijos sienten el deseo de expresar su independencia. Algunos lo hacen con sabiduría; otros, con rebeldía. Es natural que los hijos se quejen del control de los padres sobre ellos porque, cuando llega determinada edad, todos quieren ser dueños de su propio destino. Sin embargo, la disciplina que los padres deben aplicar a sus hijos es un factor crucial para su crecimiento. Su ausencia producirá una sensación de abandono. Si los hijos escucharan más a los padres, cometerían menos errores en la vida.

La orden divina es que los hijos honren a sus padres. Honrar implica respetar, tratar con dignidad, valorar y obedecer. Este es el deber de los hijos. Es un gran privilegio para los padres ser capaces de sentar las bases sólidas necesarias en el carácter de sus descendientes.

Parte de la honra a nuestros padres tiene que ver con asociarnos con personas de buena reputación. Cuanto más cercanos son los amigos, más nos influyen en los valores, principios morales, hábitos y objetivos de vida. Por eso, elige bien tus amistades.

Honrar a tu padre y a tu madre también puede significar esforzarte por ser un alumno aplicado. ¿Has notado cómo hablan con orgullo los padres de las calificaciones escolares de sus hijos? Una de las mayores honras para los padres es poder decir que sus hijos son estudiosos. ¿Quieres llenar de satisfacción a tus padres? Completa tus estudios y da lo mejor de ti. Tus padres tienen sueños. No los decepciones.
Honrar a tu padre y a tu madre puede ser tomarte el tiempo para conversar con ellos. Tratarlos como amigos les hará bien a ellos y a ti. No guardes secretos en casa.

Como padre, puedo garantizar que el éxito de mis hijos es importante para mí. Pero no me preocupa si van a vivir en una casa maravillosa, si recibirán un alto salario o si tendrán prestigio en la sociedad. Lo que realmente me importa es si honrarán a Dios en todo lo que hagan y en todas las elecciones de su vida.

El hijo que honra a su padre y a su madre llena de alegría sus corazones (ver Prov. 10: 1). Además, no debes olvidar la promesa del quinto mandamiento: una vida larga. Esto se refiere a la calidad de vida en la tierra y a la eternidad en el cielo. Haz de esto el objetivo de tu vida.