7 agosto | Jóvenes

Un pecado como «mascota»

«Venid y volvamos a Jehová, pues él nos destrozó, pero nos curará; nos hirió, pero nos vendará» (Ose. 6: 1). 

¿Podría ser posible que adoptemos a un pecado como mascota? Puede sonar extraño, pero sí, y ocurre más a menudo de lo que crees. No debería ser común, pero por desgracia a mucha gente le gusta acariciar sus propios errores. Es posible domesticar al pecado y tenerlo cerca como si fuera una mascota. Los pecados «domesticables» son los que tienen más poder para destruirnos. Aquellos considerados escandalosos, que llevan a las personas tras las rejas, provocan repulsión en la mayoría, y hay una tendencia natural a alejarnos de ellos. Pero los pecados más comunes en nuestros días son los más peligrosos y mortales, aunque parezcan inofensivos. La mentira, la pornografía, el escepticismo, la masturbación, la traición virtual o la incredulidad son, de hecho, «pecados feroces» que, aunque tienen el poder de adaptarse y parecer inofensivos, pueden ser letales.

Un ejemplo de esto es lo que experimentó el personal médico de un hospital en Jinan (China). Quedaron asombrados al descubrir el caso de Duorijie, de setenta y seis años. Su organismo había logrado adaptarse y convivir con un cuchillo de diez centímetros alojado en su cerebro durante unos veintiséis años. Había sido asaltado por un ladrón que lo había herido gravemente en la cabeza. Sin embargo, nadie sospechaba que tras todos estos años aún pudiese haber un fragmento de la hoja del cuchillo instalado en el cráneo de Duorijie. A medida que pasaba el tiempo, más riesgo corría el hombre. Tenía un enemigo mortal dentro de él. Aunque delicada, la cirugía fue la única forma de salvarlo.

Arraigado en la mente humana, el pecado corta nuestra conexión con Dios y nos desconecta de la Fuente de la vida. Solo el Cirujano celestial puede resolver este problema. No debemos pensar que es normal o agradable convivir con algo que nos mata. En Oseas 6: 1, hay una invitación a que el pecador se vuelva hacia Dios, incluso si eso produce algún sufrimiento. Con frecuencia, el Señor permite que las dificultades de la vida nos alcancen para ayudarnos a reconocer la maldad del pecado.

Quienes tienen mascotas generalmente se encariñan con ellas. Pero el pecado no es un perrito inofensivo. Es un monstruo terrible que se disfraza para engañarnos. Quien se acostumbra a la práctica pecaminosa y llega a amarla terminará devorado por ella. El plan de Dios implica la condena del pecado y la liberación del pecador arrepentido. No juegues con el enemigo. Huye del mal y recibe la liberación que solo Dios puede ofrecer.