11 agosto | Jóvenes
«Ciertamente vienen días, dice Jehová, el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová» (Amós 8: 11).
Falta hambre en nuestra adoración hoy. Hambre de Dios. Muchos asisten al culto sin apetito. ¡Dios tenga misericordia de nuestras «barrigas llenas»! Peor que el hambre es la falta de apetito, ya que mata más rápido que el hambre. El pueblo de Dios camina sin apetito espiritual últimamente. Algunos miran las cosas de Dios y dicen: «¡Qué fastidio es esto!» (Mal. 1: 13). No encuentran alegría en la Palabra. No se conmueven con ella. No tienen prisa ni sienten necesidad de orar. ¡Falta hambre de Dios!
Muchos van a la iglesia, pero sin verdaderas expectativas de encontrar a Dios. La gente se ha acostumbrado a lo sagrado. Algunos tratan los asuntos espirituales con indiferencia. Otros solo quieren creer en un Jesús muy dulce, tierno y compasivo, pero pierden de vista el hecho de que él también es Todopoderoso.
Tener hambre de Dios es ir a la iglesia para aprovechar cualquier migaja que caiga de la mesa del Padre. Sentir hambre de Dios es tener el corazón lleno de devoción. En el santuario, estaban los panes de la proposición (ver Núm. 4: 7; Lev. 24: 8). Eran un símbolo de la presencia de Dios, un testimonio constante de que Israel dependía del Señor para su sustento.
Nada puede satisfacernos plenamente. Solo Dios. Las personas buscan desesperadamente algún lugar donde puedan encontrar pan, saciar su hambre, satisfacer sus profundas necesidades. Sin embargo, lejos de Dios, esto es imposible. ¿Tienes hambre de Dios? ¿Has clamado como Moisés: «Te ruego que me muestres tu gloria» (Éxo. 33: 18)?
La figura del pan es un recordatorio de que la mesa de Dios está puesta. Todo ya está preparado. Tú eres el invitado. Acércate, come y bebe gratuitamente. En la mesa de Dios, hay pan en abundancia. Pero, ¿de qué sirve tener una mesa llena si no tenemos hambre? No importa el tamaño de tu iglesia; no importa quién sea el predicador. Si vienes a adorar con hambre del Altísimo, serás alimentado. Los hambrientos de Dios no serán decepcionados.