17 agosto | Jóvenes
«Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor» (Col. 4: 17).
En el reino de Dios, cualquier actividad habitual puede convertirse en un ministerio. Por ejemplo, un dentista podría dedicar dos horas semanales a atender gratuitamente a personas necesitadas. El servicio, entonces, se convierte en su ministerio. Un ama de casa podría organizar un grupo de artesanía y, a partir de ahí, comenzar estudios bíblicos en su hogar. Un universitario podría formar un grupo de investigación en casa y sus compañeros podrían comprobar lo feliz y armonioso que es un hogar cristiano. Esto abrirá puertas para la transmisión de la fe. La clave es hacer algo, no solo hablar o pensar al respecto.
Tu trabajo profesional es parte de tu ministerio. No es necesario incluir el nombre de Jesús en cada conversación, pero su presencia se debe notar en todo lo que haces. Dios no solo quiere que lo sirvamos en nuestro trabajo, él desea que lo sirvamos intencionalmente, invirtiendo nuestra vida en beneficio de otras personas. Todas las tareas bien realizadas revelan a Jesucristo a las personas.
Dios pone en nuestro corazón el deseo de realizar su obra. Presta atención a ese deseo. Ora por él y verifica si tus intenciones son puras. El proyecto que Dios te pone en el corazón para que lo lleves a cabo es exactamente lo que él quiere que hagas. Si hay un ministerio organizado en tu iglesia que se ajusta al llamado de Dios para tu vida, bríndale todo tu apoyo. Si no lo hay, comienza uno tras identificar una necesidad real.
Quienes asisten a los cultos de la iglesia y no tienen ninguna actividad o compromiso son conocidos popularmente como «calientabancos». No has sido llamado a eso. No te permitas vivir egoístamente, buscando tus propios intereses. No te perteneces a ti mismo. Perteneces al Rey. Estás llamado a negarte a ti mismo, tomar tu cruz y seguir a Jesús. Y esto resultará en que otros sigan tus pasos hacia el cielo.
Dios tiene un ministerio y no simplemente una carrera para ti. Toda tu vida está incluida: vocación profesional, familia, iglesia y comunidad. Acepta hoy el llamado divino. Remángate, ponte manos a la obra y deja que Dios haga milagros a través de ti.