23 enero | Jóvenes
«En todo tiempo ama el amigo y es como un hermano en tiempo de angustia» (Prov. 17: 17).
No es necesario definir la amistad. Todo el mundo sabe lo que es. ¡Un buen amigo no tiene precio! Vienen en diferentes formas, tamaños, edades, y pueden hasta aliviar la ausencia de la familia. Es una lástima que no todo el mundo tenga un buen amigo.
Hay quienes dicen que tienen «millones» de amigos. Es mentira. En la vida, no se puede tener muchos más de dos o tres amigos verdaderos. De hecho, tenemos un círculo de amistad, que se puede ver desde fuera hacia dentro. En la parte exterior del círculo, están los contactos, unas quinientas personas. Personas de la escuela, la iglesia o el entorno laboral. Son gente con la que tenemos una relación casual; nos saludamos, pero ni siquiera nos sabemos bien sus nombres. Más adelante, en el medio, viene el grupo de «colegas» o «amiguetes», entre cincuenta y cien personas. Puedes mencionar su nombre, pero no mucho más. En el centro del círculo, hay media docena de amigos íntimos, si es que llegan a tantos. Estos son parte de nuestra vida. Participamos en las mismas actividades, nos divertimos, nos gustan las mismas canciones y nos sentimos totalmente cómodos cuando estamos juntos. De alguna manera, nuestras vidas están entrelazadas.
La diferencia entre amigos íntimos, «colegas» y contactos es que los últimos pueden entrar y salir fácilmente de nuestra vida. En cambio, los amigos íntimos están grabados en nuestro corazón.
En Proverbios 17: 17, el sabio dice que el verdadero amigo se revela en las horas difíciles. Las crisis no crean nuevos amigos, solo evidencian la calidad de aquellos con quienes nos relacionamos. En general, es en medio de las dificultades cuando nuestros lazos de amistad se fortalecen. La amistad verdadera se consolida en momentos difíciles. Salomón dice que la mayor evidencia de una amistad genuina es que el amigo es capaz de amar «en todos los momentos». Un amigo es aquel que te ayudó con los deberes, que te escuchó cuando te rechazaban, que te apoyó frente al bravucón de la escuela. En fin, la amistad se fortalece en la adversidad.
Escuché a mi amigo Cláudio Meireles referirse alguna vez a los «amigos de la nevera». Me gustó tanto que tomé nota de inmediato. Un amigo de la nevera es aquel que entra en tu casa, abre tu nevera, come tu comida e incluso se queja de la marca. ¿Cuántos amigos así tienes? Son pocos, ¿no es cierto? Pero, en el momento de la verdad, puedes estar seguro de que serán esos amigos los que permanecerán a tu lado.