22 agosto | Jóvenes

Prisioneros de la esperanza

«Volveos a la fortaleza, prisioneros de la esperanza; hoy también os anuncio que os dará doble recompensa» (Zac. 9: 12). 

El lema de todo adventista del séptimo día debería ser Apocalipsis 14: 14: «Miré, y delante de mí estaba una nube blanca». Deberíamos vivir con los ojos fijos en el cielo, buscando esa nube. La vuelta de Jesús es un día para esperar. «Pero si esperamos lo que aún no vemos, lo esperamos con paciencia» (Rom. 8: 25).

Antes de su muerte, le preguntaron a Guillermo Miller si creía en una nueva fecha para el regreso de Jesús. Respondió: «Sí, creo. ¡Mañana!».

El libro de Zacarías fue escrito en un tiempo de gran incertidumbre y desánimo para el pueblo de Dios. El profeta estaba entre los aproximadamente cincuenta mil exiliados que regresaron del cautiverio babilónico a Jerusalén. Los retornados se sentían temerosos y desalentados. Entonces, el Señor llamó a Zacarías y le dio un mensaje de esperanza para compartir con el pueblo.

En Zacarías 9, tenemos un hermoso cuadro de humildad, paz y fuerza que retrata a Jesús. Se le presenta entrando en Jerusalén montado en un burro para establecer su reino espiritual en el corazón de los seres humanos. El texto se centra tanto en la primera como en la segunda venida de Cristo. La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (cumpliendo lo que Zacarías había predicho quinientos años antes) fue un símbolo de la segunda venida de Jesús en las nubes del cielo con poder y gloria. En una visión profética, el Señor mostró a Zacarías ese día de triunfo final.

La promesa de Dios era que todo sería restituido a su pueblo, y además en doble grado. Esta promesa nos da fuerzas para resistir las pruebas con alegría y esperar con paciencia. Hoy es otro día hacia ese Día. Han pasado más de cuarenta años desde que comencé esta caminata. No imaginé que fuera tan larga. No tenía idea de que me tomaría tanto tiempo. Pero, ¿qué es este tiempo en comparación con la eternidad? Hoy estoy un día más cerca de ver a Jesús, mi Maestro y Señor. ¡Aleluya!

Jesús volverá muy pronto. No está lejos el día en que regresaremos a casa. Soy prisionero de esta esperanza. Vendrá a buscar a aquellos que fueron sus mejores amigos aquí en la tierra; todos los que lo esperan con alegría. ¡Espero sinceramente que estés en este grupo! Tenemos una cita debajo del árbol de la vida. ¡Hasta entonces!