24 agosto | Jóvenes
«Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, a ver si no os abro las ventanas de los cielos y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde» (Mal. 3: 10).
¿Te imaginas caminar por la orilla de una playa y, que de repente, comience a caer una lluvia de dinero sobre tu cabeza? Esta inusual escena ocurrió en Salvador, la capital de Bahía (Brasil), hace algún tiempo. Un turista portugués de cincuenta y seis años abrió la ventana de su habitación del hotel y arrojó billetes de 50 y 100 reales, totalizando aproximadamente catorce mil reales. La lluvia inesperada causó revuelo entre turistas y lugareños. Incluso la policía tuvo que intervenir para calmar los ánimos. Al día siguiente, muchos esperaban ver cumplida una nueva «previsión del tiempo» bajo la ventana del portugués, pero descubrieron que todo había sido solo un momento de euforia.
En la Biblia, encontramos varias veces a Dios abriendo «las compuertas de los cielos». No siempre fue por alegría. En Génesis 7: 11-12, por ejemplo, el contexto es de juicio: «Cuando Noé tenía seiscientos años, precisamente en el día diecisiete del mes segundo, se reventaron las fuentes del mar profundo y se abrieron las compuertas del cielo. Cuarenta días y cuarenta noches llovió sobre la tierra» (NVI). Dios envió lluvia torrencial sobre la tierra como respuesta a la desobediencia humana (ver Gén. 6: 5-7). Prácticamente toda criatura viviente murió en el diluvio, excepto Noé, su familia y los animales que entraron en el arca.
Sin embargo, en Malaquías 3: 10 encontramos un contexto muy diferente. Dios afirma que abriría «las ventanas de los cielos» para aquellos que sean fieles en dar los diezmos y las ofrendas. Es como si hubiera un diluvio de bendiciones reservado para las familias que entren en el «arca» de la obediencia. Elena G. White comenta en su libro Consejos sobre mayordomía cristiana: «Dios ha establecido un pacto especial con los hombres, según el cual si estos apartan regularmente la porción destinada a promover el reino de Cristo, el Señor los bendice abundantemente, a tal punto que no tendrán lugar para recibir sus dones» (pág. 82).
¿Has sido fiel en devolver los diezmos y dar ofrendas? Dios promete bendiciones sin medida para aquellos que lo ponen en primer lugar. «Honraré a aquellos que me honran» (1 Sam. 2: 30), dice el Señor. Por supuesto, esta bendición no significa una lluvia de dinero, pero hay paz, amor y verdadera felicidad bajo las ventanas del cielo.