25 agosto | Jóvenes
«Entonces os volveréis y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve» (Mal. 3: 18).
A veces parece que ser impío vale más la pena que ser justo. ¿Te has sentido tentado a renunciar a hacer lo que es correcto? A veces parece que el recompensado es el impío que perpetúa la maldad, y no el justo que intenta agradar a Dios. El patriarca Job ya se preguntaba sobre esto (ver Job 21: 7). De manera similar, el salmista llegó a declarar: «En vano he guardado mi corazón limpio y lavado mis manos en inocencia» (Sal. 73: 13). Sin embargo, después de analizarlo detenidamente, llegó a la siguiente conclusión: «Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien» (vers. 28). No hay bendición mayor que estar en la presencia del Señor.
La prosperidad del impío no significa que Dios lo bendiga más que al justo. El impío parece tener éxito aquí porque sus planes se restringen al ámbito de este mundo. Solo quiere acumular riquezas y aprovecharse, incluso si eso implica actuar de manera deshonesta. El justo, por el contrario, está de paso por aquí. Se preocupa por practicar el bien y reproducir los valores celestiales.
El impío es insaciable. Vive para los placeres y desprecia cualquier cosa que lo aparte de sus intereses pervertidos. Cuando apartamos nuestros ojos del cielo, podemos confundirnos acerca de la bondad de Dios. ¿Por qué prospera el impío? ¿El Señor lo está bendiciendo? Estas preguntas surgen si no entendemos la dirección divina de la historia u olvidamos el esperanzador desenlace preparado para quienes son fieles.
Inspirado por el Espíritu Santo, Malaquías dejó claro que Dios nunca abandona a sus hijos y que el gran Juez no está inactivo. «Entonces los que temían a Jehová hablaron entre sí. Jehová escuchó y oyó, y fue escrito ante él un memorial de los que temen a Jehová y honran su nombre. Serán para mí especial tesoro, dice Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe. Los perdonaré como un hombre perdona al hijo que lo sirve» (Mal. 3: 16-17).
¿Puedes ver la diferencia? El justo es un tesoro especial para Dios, quien cuida con atención especial a sus hijos. Como quiere lo mejor para nosotros, a menudo el Padre no nos da lo que queremos. También permite la prosperidad del impío para revelar aún más claramente que la riqueza sin amor no vale nada y que, en última instancia, lo que importa es la esperanza reservada para los que tienen fe. Al final de toda la confusión de este mundo, el justo recibirá la recompensa de la vida eterna y una riqueza incomparable, que nunca le será arrebatada.
¡Sigue siendo justo! «Dios sabe, Dios oye y Dios ve».