26 agosto | Jóvenes

Jesús

«Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mat. 1: 21). 

Su nombre es pequeño, pero llena el mundo entero: Jesús. Amo ese nombre y todo lo que representa.

La mayoría de los cristianos se refiere a su encuentro con Jesús de esta manera: «Encontré a Cristo y mi vida cambió». Me gustaría decir lo mismo, pero mi conversión fue diferente. Me hice adventista a los diez años. En ese momento, no sentía la necesidad de un cambio en mi vida. Era un niño normal y me interesé por estar en la iglesia, involucrarme y participar. Quería formar parte de ello.

Crecí en la iglesia, involucrado en todo lo referente a ella. Realmente disfrutaba de estar allí. Fui un joven adventista activo, un verdadero creyente. Pero no era perfecto. Y nadie esperaba eso de mí. Todos esperaban que fuera bueno. Y yo me consideraba bueno. No decía malas palabras, no usaba drogas. De vez en cuando, tenía caídas. Confieso que todavía las tengo. Y debo admitir que la lucha por ser mejor cada día aún me persigue.

Hasta que hice un gran descubrimiento: encontrar a Cristo no tiene nada que ver con eso. De ninguna manera. No dudo de aquellos que dicen que encontraron a Jesucristo y que su vida cambió. Conozco muchas vidas verdaderamente transformadas, pero en mi caso el cambio no sucedió de repente.

Un texto que siempre me desafió en ese trayecto fue Juan 17: 3: «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado». ¡Y cómo deseaba conocer a Jesús!

Puedes saber mucho sobre una persona sin conocerla. De hecho, puede gustarte una persona y querer saber todo sobre ella: su nombre, peso, lo que come, a dónde va, su pasatiempo favorito, las canciones que le gusta escuchar, etcétera. Pero quizá nunca hayas estado con esa persona, ni escuchado el tono de su voz, ni la hayas mirado a los ojos.

Yo no quería solo oír hablar de Jesús, quería conocerlo, tener una experiencia real, viva, transformadora y única, y poder decir por mí mismo: «Conozco a Jesús».

¿Cómo conocer a Dios si no podemos verlo? La mejor manera es pasar tiempo con él leyendo su Palabra. Así fue como yo aprendí a amar a Jesús. No todas las conversiones implican grandes cambios inmediatos, pero todas dependen de desarrollar un amor genuino por Cristo. Experimenta esto y verás cómo el poder de Dios transforma tu vida.