24 enero | Jóvenes

Canto del corazón

«El corazón alegre es una buena medicina, pero el espíritu triste seca los huesos» (Prov. 17: 22). 

En nuestro primer viaje por el río Amazonas, mi familia y yo experimentamos la sensación de dormir en hamacas dentro de un barco. Mientras nos balanceábamos de un lado a otro, esperando que la embarcación partiera, una canción suave y melodiosa invadía nuestros oídos sin pedir permiso. En lo profundo, alguien tocaba una zampoña, instrumento de bambú típico de los Andes peruanos. De vez en cuando, el músico hacía una pausa en el instrumento y cantaba para las más de cuatrocientas personas a bordo. Ese joven músico alegraba el corazón de los viajeros, que se desplazaban tan lejos, enfrentando los peligros del río.

Al final de cada presentación, él ofrecía discos suyos. Era su manera de ganarse la vida. Valía cada céntimo. ¿Cuál es el precio de un corazón alegre y feliz? Ojalá que todas las profesiones tuvieran la capacidad de llevar alegría y paz a las personas tristes y sin esperanza en el mundo. El músico de esta historia no es rico, pero gana lo suficiente para hacer lo que más le gusta: alegrar la vida de los viajeros.

Esta experiencia me hizo reflexionar. ¿Qué hemos estado haciendo como hijos de Dios para alegrar a las personas a nuestro alrededor? En la vida, algunos «pasajeros» solo tendrán contacto con nosotros una sola vez. ¿Cómo hemos aprovechado esas oportunidades? ¿Hemos llevado canciones, o lamentos? ¿Alegría, o dolor? ¿Paz, o tormento? ¿Lágrimas, o sonrisas? ¿Hemos sembrado dudas, o esperanza?

La Palabra de Dios nos anima a tener siempre un canto en el corazón. Cantar con la voz y con el alma. Cantar, incluso cuando no haya muchos motivos para hacerlo; cantar sabiendo que nuestro Padre tiene todas las cosas bajo su control.

Un corazón alegre y dispuesto experimentará paz y tranquilidad. No hay remedio más eficaz. Las personas alegres atraen amistades mejores, disfrutan de relaciones más estables y tienden a tener menos enfermedades emocionales. Canta con el corazón y con alegría. Experimentarás el poder de ahuyentar la tristeza y sentir la felicidad que proviene de Dios.