30 agosto | Jóvenes
«Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (Mat. 6: 10).
Espero que hayas comprendido que la voluntad de Dios es absoluta. Él es Dios en el cielo y en la tierra, y su voluntad se cumple en su tiempo. Sin embargo, también necesitamos entender que Dios permite que ciertas cosas sucedan. Es la voluntad de un Dios que no siempre interviene. También necesitarás ejercer tu voluntad para que la voluntad de Dios se manifieste en tu vida. Asimismo, espero que hayas entendido que no debes buscar un versículo de la Biblia que respalde lo que deseas, sino a la inversa. Finalmente, comprendamos ahora que somos participantes activos del proceso y responsables de lo que sucede.
Estamos bajo la poderosa mano de Dios, pero eso no elimina la responsabilidad que tenemos por nuestras decisiones. Por eso, Dios nos ofrece tres linternas para ayudarnos a que su voluntad soberana, que ocurre en el cielo, se haga realidad en la tierra. Estas son el Espíritu Santo, las Escrituras y el pueblo de Dios.
El Espíritu Santo nos fue dado para corregirnos (ver Juan 16: 8). Nuestro corazón es engañoso e inclinado al mal. Tiende a esconder la suciedad debajo de la alfombra, pero el Espíritu nos pone en sintonía con el cielo y nos hace ver todo lo que es necesario corregir en nuestra vida.
«Lámpara es a mis pies tu Palabra» (Sal. 119: 105). A veces, la vida nos ofrece muchas comodidades, algunas de las cuales nos alejan del plan de Dios. Pero cuando profundizamos en su Palabra, nuestro camino se ilumina y se deposita en nuestro corazón el deseo de una vida en armonía con la voluntad de Dios.
Finalmente, todos necesitamos una relación adecuada con el cuerpo de Cristo. Suplicamos una bendición de Dios y pedimos que él haga su voluntad. Entonces, él nos coloca en situaciones con personas difíciles para desarrollar en nosotros los atributos de su carácter. La comunión sincera con los demás anticipa un pedacito del cielo en la tierra. El Espíritu Santo, la Palabra y el pueblo de Dios son tres fuentes a través de las cuales Dios comienza a manifestar su voluntad en este lado de la eternidad.