3 septiembre | Jóvenes
«No lo que entra por la boca contamina al hombre; pero lo que sale de la boca, esto contamina al hombre» (Mat. 15: 11).
Un trágico ejemplo de contaminación radiactiva ocurrió en la ciudad de Goiânia (Brasil), en 1987, cuando varias personas entraron en contacto con una sustancia altamente peligrosa. El incidente comenzó después de que dos recicladores abrieran un dispositivo de radioterapia abandonado. Dentro de él, había una cápsula que contenía cesio-137, un polvo que emite un brillo azul en la oscuridad. En el primer contacto, ambos comenzaron a sentirse mal, pero atribuyeron su malestar a la comida.
Una de las víctimas mortales fue Leide das Neves, una niña de apenas seis años, hija de uno de los recicladores. Quedó cautivada por el brillo del polvo y, además de jugar con él, llegó a ingerirlo. Leide y cientos de personas más perdieron la vida en lo que se considera el peor accidente radiactivo en Brasil. La sustancia se volvió popularmente conocida como «el brillo de la muerte».
Si te fijas, verás que toda la contaminación ocurre de fuera hacia dentro. Sin embargo, en el versículo de hoy, Jesús invierte esa lógica al afirmar que lo que contamina al ser humano no es lo que entra, sino lo que sale. Es decir, es del corazón humano de donde emana la «radiación tóxica» del pecado, que tiende a contaminar el entorno y a enfermar al propio individuo. Jesús dijo: «Del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, inmoralidades sexuales, robos, falsos testimonios y calumnias» (Mat. 15: 19).
En esa controversia, los escribas y fariseos estaban acusando a Jesús y a sus discípulos de comer con las manos sucias. El rito de lavarse las manos no se debía a cuestiones de higiene, sino a evitar la contaminación ceremonial. Para los fariseos, el ritual de la purificación de las manos era tan normativo como la propia ley de Moisés. Sin embargo, Jesús afirmó que la contaminación del ser humano no tiene nada que ver con las tradiciones, sino con la impureza del corazón.
¿Cómo está tu corazón hoy? ¿Está contaminado por pensamientos impuros, deseos de venganza o la tentación de hacer algo incorrecto? Pídele a Jesús que elimine este «cesio-137» de tu pecho. No juegues con el pecado, por él podrías perder todo el brillo de tu vida.